Indicadores demográficos básicos de España en 2012

Menos nacimientos, más defunciones y saldo migratorio negativo: la población disminuye y se advierten importantes cambios sociales y culturales.

Los lectores habituales de este blog o los que alguna vez han consultado algún artículo sobre aspectos demográficos, pueden recordar que la frase que define el interés por la demografía como base de los estudios sociales y empresariales es que “la demografía es destino”.

Destino en cuanto refleja una historia de comportamientos y vivencias y unos movimientos en las variables demográficas -que resumen esas vivencias- que permiten reflejar lo ocurrido, explicar las causas de esa ocurrencia, comprender los mecanismos de transformación social y establecer -con toda prudencia- ciertas pautas de evolución futura de la sociedad, que serán tanto más acertadas cuanto menor sea el plazo de tales previsiones.

indicadores demograficos españa 2012

Los datos demográficos nos permiten ver como es el sustrato social -base donde se mueve toda acción humana- cómo ha sido, como es ahora mismo y cómo parece que va a ser, al menos en el medio plazo y por tanto su conocimiento interesa a investigadores, sociólogos, economistas, políticos, antropólogos, planificadores y comunicadores; pero también -y muy especialmente- interesa a empresarios y directivos, a emprendedores, a innovadores y a profesionales del marketing pues gracias al conocimiento de la realidad social y su movimiento podemos establecer el marco del presente y del futuro inmediato de su actividad y conocer a sus clientes y el entorno socioecómico donde su trabajo y su actividad ocurre y tiene lugar.

 El Instituto Nacional de Estadística de España (INE) ha publicado recientemente los datos provisionales de 2012 de los indicadores demográficos básicos, a la espera de los datos definitivos que se publicarán en diciembre (1). Respecto a los registrados del año anterior (2011), los datos anticipados en el mes de junio parecen confirmar un importante cambio de tendencia, iniciado en estos últimos años, que configura una sociedad diferente y en rápida transformación como causa y efecto de importantes otros tantos cambios económicos y sociales.

Natalidad

El primer dato importante es acerca de la natalidad. En España nacieron 453.637 niños en el año 2012, cifra que supone una intensificación en la disminución de los nacimientos, con un descenso del 3,9 % en relación al año 2011 -cuando se redujo a su vez en un 3 % respecto a 2010- y de un 12,7 % respecto a 2008 cuando se alcanzó la cifra máxima de los últimos 25 años.

La tendencia descendente no sólo se mantiene desde el 2009 sino que se refleja en el gráfico de un modo contundente y muy significativo. Y ello pese a que las cifras de nacimientos están todavía lejos del mínimo del último cuarto de siglo, registrado en 1995 con solo 363.467, aunque entonces la población total era menor. La causa de este descenso se explica por la conjunción de diferentes causas que aparecen interrelacionadas.

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En primer lugar, se detecta una menor fecundidad, al pasar de 1,34 hijos por mujer en 2011 a 1,32 en 2012. En segundo lugar, y mucho más importante desde el punto de vista cuantitativo, se ha reducido el porcentaje de mujeres en edad fértil. Este hecho viene registrándose desde 2009 pero se acrecienta ahora cuando sobre la natalidad impacta la crisis de natalidad de  los años 80 y 90 en el grupo de población femenina de entre 15 y 49 años.Respecto al máximo de la serie (2009) las mujeres en edad fértil han pasado de 11,61 millones a 11,36 millones en 2012. El seno de la onda poblacional se refleja también la mayor edad media de la maternidad que se elevó a 31,6 años frente  los 31,4 de 2011.

En tercer lugar, la reducción de población extranjera, que cuenta con una menor edad promedia que el conjunto español y que disponía además de un mayor porcentaje de fecundidad. Esto se refleja en la caída de indicador de fecundidad entre las mujeres extranjeras que pasó de 1,58 hijos por mujer en 2011 a 1,54 en 2012, mientras en las españolas pasó de 1,29 a 1,28.

Combinado con el ascenso en la edad media de maternidad, se explica el descenso como una combinación de factores. La diferencia en la edad promedio de la maternidad es de 3,2 años más para las españolas (32,1 años) en relación a las madres extranjeras (28,9 años). Del total de 453.637 nacimientos, el 19,2 % fueron de madres extranjeras mientras que en 2011 habían sido el 19,5 %.

En cuanto a su distribución por comunidades autónomas, todas experimentan un descenso en natalidad salvo La Rioja y Melilla -esta última por un efecto migratorio específico- pero los descensos más acusados, por encima del 4,5 %, se concentraron en Madrid, Extremadura, La Mancha, Cantabria, Cataluña y Aragón.

El gráfico de natalidad evidencia un cambio tan radical como significativo. Desde el año 2008, que experimentó, con un pico notable, el máximo de un crecimiento constante que duró una década, la natalidad ha venido cayendo de manera continua, en un ángulo similar al descenso de los últimos años 70, la década de los 80 e inicios de los 90, tendencia que se mantiene por cuarto año consecutivo.

La explicación reside en variables demográficas de largo plazo, como decía, el desplazamiento de la onda natalicia en la pirámide de población del pico de los baby boomers de los 60 y principios de los 70 hacia el seno de caída descrito antes y, por otra parte, la crisis económica que ha hecho retroceder la población extranjera e incluso ha abierto un saldo migratorio negativo, precisamente en el rango de población con mayor índice de fecundidad.

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Relacionado con la natalidad está el índice de nupcialidad. En 2012 se celebraron 168.835 matrimonios, un 3,4 % más que en 2011. Se rompe de este modo la tendencia decreciente iniciada en 2004, cuando hubo 216.149 matrimonios. Pese a este incremento, la cifra de uniones es la segunda más baja de los últimos 15 años. La edad media de los contrayentes mantuvo la tendencia alcista y se situó en 36,2 años para los varones y en 33 para las mujeres. En el caso del primer matrimonio, la edad media fue de 33,8 y 31,6 respectivamente, unas edades sorprendentemente altas en relación a las que eran habituales hace más de 30 años.

Los matrimonios en los que algún cónyuge era extranjero supusieron el 17,8 % del total, un porcentaje casi dos puntos inferior a 2011. Un 2,3 % de ese mismo total (3,834) correspondieron a parejas del mismo sexo.

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¿De qué muere la gente en España?

Datos de la estadística de defunciones según las causas de la muerte en 2011 (INE).

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Los datos sobre fallecimientos son uno de los más importantes en el análisis de la demografía de un grupo humano. Los detalles de las estadísticas de mortalidad aportan una información relevante acerca del tipo de sociedad donde se producen y son un reflejo tan acertado como la pirámide de población -si no más profundo- acerca de su estructura y sus dinámicas. Pero aparte del dato y su significado estadístico, la muerte tiene una importancia fundamental en la vida de las personas.

Es posiblemente la única certeza de la vida -su fin- y ello afecta de una manera intensa en la intimidad personal pero también en las esferas familiar y de las relaciones sociales, en el ámbito de la economía y las leyes y desde luego en las creencias. Desde el punto de vista emocional hay pocas cosas que tengan esta trascendencia individual y colectiva y que, como consecuencia, se traduzcan en manifestaciones culturales y materiales tan principales.

Siendo entonces la muerte una de las circunstancias vitales y sociales más importantes, ¿cómo se produce? ¿Cuáles son las causas de los fallecimientos registrados en España?

El Instituto Nacional de Estadística de España (INE) acaba de hacer públicas las estadísticas definitivas de fallecimientos correspondientes al año 2011. Los datos ahora publicados (27/02/2013) modifican ligeramente el avance de datos del 2011 publicados hace 6 meses, confirmando las cifras principales y las tendencias generales comunicadas entonces, haciendo especial hincapié en las causas de los fallecimientos producidos.

La cifra de defunciones en España en 2011 ascendió a 387.911 personas, con una tasa de defunción de 8,41 fallecimientos por cada 1.000 habitantes (1), lo que supuso un incremento absoluto de 5.864 personas fallecidas y un 1,41 % en la tasa de defunciones respecto a los datos de 2010.

Aunque la tasa de defunción femenina ascendió un 2,2 % por solo un 0,9 % del conjunto masculino, el diferencial de fallecimientos sigue siendo menor en términos absolutos en el caso de las mujeres, con 188.057 fallecidas por 199.854 hombres fallecidos. En forma de tasa de defunción, 802,2 por cada 100.000 mujeres y de 881,1 por cada 100.000 hombres.

Más del 95 % de los fallecimientos en España son a causa de una enfermedad. Las causas externas, no relacionadas con enfermedades o fallos fisiológicos, son un pequeño porcentaje que analizaré al final ya que no por menos frecuentes resultan menos importantes.

¿Qué enfermedades matan?

Por enfermedad entendemos causas debidas a patologías, procesos largos o fallos súbitos en el funcionamiento vital del organismo, que siempre se han catalogado como «muertes naturales» (2). De entre las enfermedades causantes de la muerte destacan tres grupos que suponen juntos casi el 70 % del total (3):

  • las enfermedades cardiovasculares, que son un 30,5 % del total de defunciones,
  • las enfermedades tumorales, que representan un 28,2 % y
  • las enfermedades del sistema respiratorio con un 10,9 %.

El cuarto grupo, el de las enfermedades del sistema nervioso, supone un 5 %, donde el Alzheimer -en constante y fuerte crecimiento- constituye la principal dolencia de este grupo, con 11.907 muertes, el doble que en el año 2000.

Las enfermedades más letales, a nivel de detalle, fueron las isquémicas cardiacas (infarto y angina de pecho) con 34.837 fallecimientos y las cerebrovasculares, en especial el ACV con 28.855. Ambas volvieron a ocupar el primer y segundo lugar en número de defunciones. Pese a ello, en ambos casos, se produjo un descenso de muertes respecto al año anterior: –1,2% y –4,3%, respectivamente. En las enfermedades tumorales, la mayor mortalidad fue causada por el cáncer de bronquios y pulmón (21.058), con un incremento en las defunciones del 1,6% respecto a 2010, y el cáncer de colon (11.657) con un 4,0 % más. El cáncer de mama fue el responsable de 6.399 defunciones, el cáncer de próstata de 6.034 y el de páncreas de 5.812.

Otras enfermedades significativas como causa de muerte fueron la demencia (14.583 defunciones), las enfermedades crónicas de las vías respiratorias bajas (15.904), la diabetes melitus (9.995), la neumonía (8.167) y la insuficiencia renal (6.659).

Diferencias por sexo y edad

Las dos principales causas de fallecimiento, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, presentan patrones diferentes según el sexo, resultando aparentemente contraintuitivos. Los tumores fueron la primera causa de muerte en los hombres, con una tasa de 295,3 fallecidos por cada 100.000 habitantes y la segunda en las mujeres con 180,7 fallecidas por cada 100.000 habitantes.

En cambio, la primera causa de mortalidad femenina fueron las enfermedades del sistema circulatorio, con una tasa de 275,1 por cada 100.000 habitantes mientras la mortalidad masculina fue de 237,3. La tasa de las enfermedades tumorales ascendió en todos los casos mientras que la de enfermedades circulatorias descendió en ambos sexos. El cáncer que más muertes causó entre los hombres fue el de bronquios y pulmón y entre las mujeres el de mama, que aumentó un 0,4 %.

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Fuente: Instituto Nacional De Estadística (INE)

Las causas de mortalidad con mayor diferencial relativo en las mujeres son las enfermedades osteomusculares y de la piel, con una tasa del doble que los hombres, destacando también las del sistema nervioso y los trastornos mentales (42,9 contra 23). Estos últimos datos son debidos, en parte, a la mayor longevidad femenina y a tratarse de enfermedades degenerativas que tienen precisamente una mayor incidencia en edades avanzadas, como es el caso del Alzheimer.

Por el contrario, la mayor mortalidad diferenciada masculina aparece en las causas externas (40,4 por cada 100.000 habitantes contra 21,6), en los tumores (295,3 contra 180,7) y las enfermedades respiratorias (108,1 contra 75,6).

En cuanto a la distribución por edades, aparecen pautas significativas que reflejan el riesgo diferenciado de cada periodo vital. Así, como era previsible, la causa de muerte más frecuente entre mayores de 79 años son las enfermedades del sistema circulatorio, con 3.405 fallecidos por cada 1oo.000 personas de este grupo de edad. Las enfermedades tumorales son la causa más frecuente dentro de los grupos de edad de entre 5 y 14 años y entre 40 y 79, con tasas de 3,0 y 322,3 respectivamente. En el grupo de edad de entre 15 y 39 la causa más habitual de mortalidad son las causas externas (16,2 por cada 100.000 personas de este grupo) y la segunda del grupo de entre 1 a 4 años (2,8 por 100.000).

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Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE)

Salvo las causas propias de los niños de menos de 2 años y los ancianos de más de 80, no parece haber en ninguno de estas diferencias, bien sea por sexo bien por edad, patrones importantes de tipo biológico -salvo las tumorales específicas de cada sexo- sino más bien de carácter social derivadas de hábitos, ambiente y exposición al riesgo.

Por otra parte, el desarrollo económico, la extensión de las medidas de higiene y de la sanidad universal, determinan el perfil de una población con una amplia esperanza de vida. Un análisis sencillo de las causas de fallecimiento muestra enseguida que hace sólo cien años eran bien distintas y perfilaban una sociedad radicalmente diferente. Embarazo, parto y puerperio, que en otras épocas acababan con una dramática sangría de madres jóvenes, supusieron la muerte de solamente 14 personas, que si las sumamos a las muertes acaecidas por afecciones originadas en el periodo perinatal ascenderían a 847: el 0,2 % del total. Las enfermedades infecciosas o parasitarias, que en algunos países todavía esquilman generaciones enteras y lastran el desarrollo humano, solo constituyen el 1,6 % del total de fallecimientos, la mitad aproximadamente que las enfermedades endocrinas o metabólicas y menos de la tercera parte que las enfermedades del sistema digestivo.

El número de defunciones por SIDA/VIH continuó su descenso, reduciéndose en un 6,6% (756 hombres y 197 mujeres) respecto a 2010. Desde 1995, cuando se registró el pico de fallecimientos por esta causa, las muertes por VIH han disminuido un 83,7 %.

Por comunidades autónomas y respecto a Europa

Los datos de fallecimientos por comunidad autónoma presentan un marcado sesgo diferencial entre las CCAA con mayores tasas de mortalidad por 100.000 habitantes, Asturias (1.202,2), Galicia (1.093,7) y Castilla y León (1.090,1) respecto a las CCAA con tasas más bajas, Canarias (643,8), Madrid (653,1) y Murcia (693). La proporción es de casi el doble entre el dato de Asturias y los mínimos de las ciudades autónomas de Melilla (635,5)  y Ceuta (672). Esta diferencia tan marcada parece provenir de la diferente estructura poblacional, con poblaciones más envejecidas en las CCAA con mayores tasas mientras las que presentan menos incidencia reflejarían una mayor proporción de población joven.

No obstante, la incidencia de determinadas enfermedades es también diferente y no refleja automáticamente la pauta que hemos visto para la distribución por edades. Así, las enfermedades circulatorias son la principal causa de muerte en la mayoría de las CCAA, pero en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Canarias y Madrid lo son las enfermedades tumorales. Esta variación, así como la diferente incidencia de otras enfermedades, podría reflejar otros condicionantes producidos por climatología, geografía, infraestructuras, hábitos u otras causas antrópicas, que estudios epidemiológicos deberían mostrar, al margen de los debidos a la estructura concreta de la población.

La comparación de las tasas españolas con las de otros países de la Unión Europea aporta información muy interesante. Dado que la estructura poblacional es muy diferente según el país y que esta variación estructural incide directamente en las tasas de mortalidad, Eurostat elabora unas estadísticas normalizadas (4) donde se reflejan unos índices estandarizados que permiten la comparabilidad entre los datos de los diferentes estados.

España tenía, según datos finales de 2010, la segunda menor tasa de mortalidad (487,6) de los 27 países de la UE, solo superada por Italia (478). Este dato está claramente por debajo de la media de los 27 (587,2) y muy alejada de los extremos de la tabla: Bulgaria (965), Letonia (956,3), Rumanía (948,4) y Lituania (947,7).  España destaca por la menor incidencia de muertes por enfermedades circulatorias, tumores y accidentes de transporte, teniendo en todas estas causas tasas inferiores a la media y en algunos casos con rangos muy marcados respecto a los países con tasas máximas. Solo las tasas de mortalidad por enfermedades respiratorias y del sistema nervioso superan la media europea, aunque por poco, lo que sí podría relacionarse con la mayor esperanza de vida de la población española. Llama la atención, entre las causas de muerte reflejadas por Eurostat, las estadísticas de suicidio, cuyo detalle veremos en el siguiente apartado.

Accidentes y muertes violentas

Las causas externas, es decir, aquellas no achacables a problemas de salud, tales como accidentes o muertes violentas, representaron solamente el 3,7 % del total de fallecimientos en 2011 en España (14.233) suponiendo los hombres casi las dos terceras partes de esta cifra. Las muertes por accidentes de tráfico se han reducido espectacularmente en los últimos años y en 2011 se redujo un 9,4 % respecto a 2010. En 10 años los fallecimientos por esta causa -que llegó a denominarse «la guerra interior» por sus impresionantes cifras de muertos año tras año- han disminuido aproximadamente un 70 %, suponiendo actualmente menos del 25 % de la cifra del año 1992.

De este éxito en la reducción de mortalidad pueden extraerse bastantes lecciones, siendo la principal que no hay ninguna causa que no pueda ser tratada con las políticas adecuadas y que los enfoques fatalistas son siempre erróneos. La modernización del parque automovilístico y de la red viaria, el aumento de las medidas de seguridad pasivas de los vehículos, la mayor concienciación por parte de los conductores y -la última y no la menor- el aumento del rigor en la persecución y castigo de las infracciones, han traído como consecuencia que miles de personas hayan podido salvarse, mensaje que fue recogido con acierto en una de las últimas campañas de la Dirección General de Tráfico.

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Fuente INE. Elaboración gráfica propia.

Las muertes por accidente de tráfico son sensiblemente similares a las debidas a caídas (2.112), ahogamientos (2.200) y «otros accidentes» (2.624). Las debidas a envenenamientos suben a 757 y los homicidios y agresiones con consecuencia de muerte a 334. Las complicaciones en la atención médico-quirúrgica supusieron 372 fallecimientos mientras los accidentes en vehículos de transporte sin motor causaron 245 fallecidos.

La distribución por sexo tiene un marcado sesgo masculino: de los 14.233 fallecidos por accidentes o muertes violentas, 9.163 -el 64,37 % del total- fueron hombres. En los accidentes de vehículos de motor la cifra de fallecidos varones más que triplica la de mujeres (77,12 % contra 22,88 %) y en accidentes de transporte de vehículos sin motor es de 9 veces. Sólo en el apartado de caídas accidentales y en el de complicaciones médico-quirúrgicas las cifras son similares entre los dos sexos.

Las muertes por violencia de género asociada a la pareja o expareja, según el informe del Consejo General del Poder Judicial, ascendieron a 71 personas, 62 de ellas mujeres. Más de un tercio de las víctimas eran de nacionalidad extranjera. Siendo este dato solo el reflejo de un importante drama humano, que trágicamente termina a veces en muerte, su impacto en las estadísticas es mucho menor en términos relativos que el impacto y preocupación social que generan, mientras otras causas mucho más importantes desde el punto de vista estadístico, como es el caso de los suicidios, son un tema tabú para los medios de comunicación y reciben un tratamiento de silencio y hasta de ocultación.

Sin embargo, hay que resaltar que el suicidio se situó de nuevo en 2011 como la primera entre las causas externas de defunción, con 3.180 fallecidos. Dado el tratamiento tabú que rodea a los casos de suicidio, es posible que los casos reales de muerte por suicidio sean mayores pero que sean atribuídos en los certificados de defunción y en las estadísticas a otras causas naturales o externas (5). El suicidio es un asunto predominantemente masculino: 2.435 hombres fallecidos por esta causa (76,57 %) frente a 745 mujeres (23,43 %).

Los datos comparativos (tasas estandarizadas año 2010) entre países de la Unión Europea muestran una marcada diferenciación entre países que tienen tasas de muerte por suicidio por encima de los 15 casos por 100.000 habitantes y los que tienen tasas inferiores a 7. Entre los primeros destacan Lituania (29,4), Hungría (21,7), Letonia (18,2), Finlandia (16,8), Eslovenia (17,2) y Polonia (15,3). España tiene una tasa normalizada de 5,8 en el mismo grupo que el extremo inferior de la tabla: Grecia (2,9), Chipre (3,8) e Italia (5,4). La media europea es de 10,2 por cada 100.000 habitantes.

 

Conclusión

La información recogida por las estadísticas sobre causas de muerte retrata una sociedad, su situación y sus dinámicas. Refleja carencias y problemas pero también oportunidades de política social y sanitaria. Los datos, comparados en series temporales pueden medir tendencias y comparándolas con otros países puede detectar puntos débiles y fuertes sobre asuntos fundamentales para las personas: la vida, la salud y la muerte.

Los datos demográficos no se elaboran para servir a la curiosidad o como forma de justificación de directivos o proveedores. Las estadísticas de incidencias de enfermedades como causa de fallecimientos, como cualquier otro estudio estadístico de la población, son la base de partida del análisis que marca el camino que las administraciones, empresas y organizaciones deben conocer para poder ubicarse en el presente y en el futuro de la realidad humana, social y económica. El enfoque antropológico ayuda a entender muchos de los datos, que no pueden interpretarse sin la debida conexión simbólica y significante de la realidad que esos mismos datos muestran.

Estos datos son necesarios a la hora de redactar las políticas sanitarias y de protección de la salud, las de planificación urbana y del territorio, la adecuación de una óptima política de prevención y orientación al bienestar o de las infraestructuras que deberán mantener una población con unas características concretas, donde las personas mayores de 65 años serán progresivamente el grupo más importante.

Finalmente considerar que el dato conjunto de muertes debidas a causas externas es de una importancia trascendental por dos razones. La primera es advertir que la percepción general entre la población es que la frecuencia de accidentes y muertes achacables a causas no patológicas es relativamente elevada, por el efecto emocional que tiene la muerte repentina de familiares, allegados o famosos. Una muerte por accidente, por inesperada, resulta normalmente mucho más impactante y recordada que una anticipada por causa de enfermedad grave o edad avanzada. La fuerza de la presencia e influencia mediática de las muertes por violencia doméstica es el ejemplo más claro de que la importancia de un caso no tiene relación directa con la frecuencia con que ese caso ocurre.

Esto muestra la relevancia fundamental que las emociones individuales -inducidas o no- juegan en el análisis que las personas realizan sobre áreas que, no solo son consideradas en la esfera personal, sino que influyen en la atención de los poderes públicos. Ello puede llevar a priorizar esfuerzos y políticas sobre problemas relativamente contenidos o minoritarios mientras otros problemas igualmente graves que afectan a colectivos muy numerosos pueden quedar en segundo plano, tanto en atención mediática como financiera.

La segunda razón de importancia de este dato viene del hecho de que, desde la óptica inversa, la mortalidad se debe a causas de enfermedad en un 96,3% de los casos, lo que implica que cualquier medida presupuestaria que afecte a las políticas sanitarias y a la estructura y funcionamiento del sistema público -especialmente- o privado de salud, tendrá una consecuencia directa en el número de fallecidos y desde luego en la calidad de vida de las personas. Y esto es un corolario de todo lo demás, como argumento principal de  las políticas de salud y prevención que tengan el bienestar público y la salud de las personas como base de cualquier otra política y como objetivo principal y constante.

Una reflexión diferente y personal para terminar…

La inmortalidad biológica, que fue considerada siempre un privilegio de los dioses y una maldición inalcanzable de los así llamados mortales, empieza a ser considera posible (6). Al menos se investigan -cada vez más y con más éxito- diferentes vías para alcanzarla o para prolongar la vida y se plantea de manera realista la posibilidad cierta de alcanzar los 130 o los 150 años de vida. Tanto si el avance en este anhelo es muy modesto como si se descubre alguna tecnología genómica revolucionaria que consiga mantener las células sin envejecer, la muerte será siempre la frontera de la vida, algo que la define y que explica el tiempo del que las personas disponen y el valor e importancia de los actos con que la llenan.

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* Actualización a 8/08/2013: La Fundación BBVA acaba de publicar el “Atlas de mortalidad en municipios y unidades censales de España (1984-2004)«, que recoge el estudio sobre la distribución y evolución del riesgo de mortalidad de las principales causas de mortalidad, en cada sexo y en varios grupos de edad, en municipios o agregados de municipios y en una selección de ciudades de España entre 1984 y 2004. El estudio ha sido realizado por el Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS, en sus siglas en catalán) bajo la dirección de los Drs. Joan Benach de Rovira y José Miguel Martínez Martínez, ambos profesores e investigadores en la Universitat Pompeu Fabra, y en colaboración con investigadores del grupo MEDEA en Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia y Zaragoza.

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(1) La tasa de mortalidad suele darse en ocurrencia por cada 100.000 habitantes del grupo considerado. Para iniciar el artículo encuentro más ilustrativo darla en tanto por mil, de manera que el dato resulte más fácil de visualizar y entender. A efectos ilustrativos la población española en 2011 contabilizó 46. 124.971 habitantes.

(2) De acuerdo a las categorías fijadas en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10). En el INE puede consultarse el detalle de la metodología empleada.

(3) Para un estudio detallado de las causas de fallecimiento, ver la BD del INE.

(4) La metodología de Eurostat recoge las recomendaciones de la OMS para cálculo comparativo entre países mediante tasas normalizadas que armonizan datos como si los países comparados tuvieran una estructura y dimensión poblacional similar.

(5) Según el vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal, Alfredo Calcedo, la tasa real de suicidios rondaría los 10,5 por cada 100.000 habitantes, es decir, más de 4.500 muertes anuales (Diario El Mundo, 30/10/2011).

(6) A nivel de curiosidad, puede consultarse las ideas y plantemientos de Gregory Benford o Aubrey de Gray, entre otros.

Esperanza de vida y mortalidad en España: el benéfico septiembre y el mortífero enero.

En España en el año 2011 la esperanza de vida al nacimiento alcanzó los 79,1 años para los varones y los 84,9 años para las mujeres. Respecto a 2010 esto ha supuesto un incremento de 0,2 años para los hombres y ninguna variación para las mujeres. Los datos proviene del avance de datos anuales del 2011 publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

En cuanto a la esperanza de vida para una persona de 65 años, la media de supervivencia añadida es de 18,4 años para los hombres y de 22,4 para las mujeres, lo que supone una edad media total de 83,4 años para los varones y de 87,4 para la féminas, que hayan cumplido los 65 en ambos casos.

La evolución de la esperanza de vida en los últimos 20 años muestra un constante aumento en la duración del tiempo vital de los españoles. Desde 1991 los hombres han incrementado su esperanza de vida en 5,58  años (de 73,5 a 79,1) mientras las mujeres han prolongado su tiempo de vida media en 4,25 años (de 80,67 a 84,92). Si tomamos como referencia la supervivencia de los mayores de 65 años, los hombres han incrementado su supervivencia en 2,81 años y las mujeres en 3,1 años.

Estos datos revelan la mejora significativa en la atención sanitaria y la reducción de la mortalidad infantil y juvenil, así como las mejores condiciones de vida del conjunto de la población. Es también significativo que los hombres hayan mejorado su esperanza de vida en conjunto y sin embargo en los mayores de 65 años las mujeres hayan ganado un diferencial de 0,3 años más de supervivencia en relación con los varones.

En 2011 hubo un total de 387.347 fallecimientos lo que supuso un 1,9% más que en el año anterior. La tasa bruta de mortalidad se situó en 8,4 fallecidos por cada 1.000 habitantes frente a los 8,25 de 2010. Este incremento podría ser consecuencia directa del mayor envejecimiento de la población. De los fallecidos, el 2,4% eran de nacionalidad extranjera pese a que este colectivo supone más del 12% de la población residente total, debido a que la edad promedio de los residentes extranjeros es notoriamente menor que el promedio español. De otro modo podría pensarse que España resulta mucho más saludable para los extranjeros que para los propios nacionales.

El incremento bruto de fallecimientos junto a la disminución de nacimientos ha hecho que el crecimiento vegetativo, la diferencia entre nacimientos y defunciones, suponga un total de 81.083 personas, lo que supone un regreso a las tasas mínimas de crecimiento vegetativo del periodo 1990-2005, donde se alcanzó un mínimo absoluto de 19.524 personas en 1995 por oposición a un máximo de 378.499 en 1976. El máximo reciente se dio en 2008 con un saldo de 134.305 personas.

La previsión es que el crecimiento vegetativo continúe su descenso en los próximos años como consecuencia del impacto de una doble tendencia acumulativa: el incremento de la edad media de la población por un lado, que hará crecer la cifra absoluta de fallecimientos y por otra el fin de los movimientos inmigratorios de extranjeros y el aumento de la emigración de población española joven en edad de procrear, ambos como consecuencia de la crisis económica.

Los datos mensuales son bastante ilustrativos acerca de qué momento del año es el peor desde el punto de vista de los fallecimientos. Los meses más «vitales» son septiembre y junio (28.500 y 29.600) mientras que los más «mortíferos» con diferencia son enero y diciembre (38.179 y 37.516 respectivamente). Esta oscilación estacional no es propia solo del 2011 sino que es una pauta recurrente año tras año. El análisis por provincias y municipios prueba que aquellas localidades con poblaciones más envejecidas (en el centro y el norte de España) muestran más variabilidad entre los meses con tasas más bajas y más altas de fallecimientos, lo que puede deberse a que las condiciones adversas del invierno agravan especialmente las condiciones de supervivencia de dichas poblaciones con mayor proporción de gente mayor.

Pero, ¿a qué se debe esta mayor mortalidad en los meses de invierno que llega a alcanzar un 34% más entre los valores extremos de enero y septiembre?

El frío y sus efectos colaterales, son la causa que el saber popular cree culpable del aumento de las defunciones invernales. En efecto, los estudios demuestran que en el promedio europeo las defunciones son mínimas con temperaturas medias diarias de 17 grados, con incrementos ligeros en los meses de más calor y máximas en los meses de más frío. El agravamiento de la condiciones de salud en los meses invernales obedece a varias causas. Las dos principales son las enfermedades cardiovasculares y las enfermedades respiratorias producidas o agravadas por el frío. (*)

Las trombosis cerebrales y coronarias suponen la mitad de las muertes achacables al frío, que se producen como consecuencia del incremento de la coagulación sanguínea debido las reacciones fisiológicas a las bajas temperaturas y cuyas fatales consecuencias afectan de manera especial a la gente mayor. Las infecciones respiratorias, que suponen la otra mitad aproximada de las muertes invernales, ocurren por una combinación de causas: reducción de ingesta o producción de vitaminas protectoras -A, C y D, inducida ésta por la luz solar- caída de la inmunidad de las vías respiratorias a causa del frío y mayor facilidad en la propagación de las infecciones al pasar más tiempo en lugares cerrados y en contacto más estrecho con personas potencialmente transmisoras.

El calor produce también un aumento de los problemas circulatorios y las trombosis aunque en menor medida que el frío. Este aumento es leve comparado con el del invierno y ni siquiera la mayor frecuencia de enfermedades intestinales achacables a la contaminación bacteriana, típica del calor, puede comparar sus cifras con los efectos mucho más letales que el frío causa en las arterias y en el sistema respiratorio, especialmente porque la mejora de las condiciones higiénicas y sanitarias han reducido los riesgos de salud del verano, a los que se presta una especial atención social, como es el caso de las alertas por olas de calor o el rigor y endurecimiento de las ordenanzas sanitarias y de conservación y manipulación de alimentos.

En contra de lo que opinaba Hipócrates, no es el cambio estacional el que trae problemas de salud, no al menos los problemas más graves. De hecho son justamente los meses de entrada y salida del verano los que representan el mínimo de defunciones. Durante los meses de verano y primavera la tasa de fallecimientos permanece baja en relación de los de otoño e invierno, lo que significa que las «insalubres» condiciones térmicas de los veranos muy cálidos del sur y el este apenas empeoran el número de defunciones, resultando significativo el intervalo de mayo a septiembre . El esquema es el mismo para los fallecimientos de mayores de 65 años, donde puede apreciarse hasta un 26% menos de defunciones en el mes más benéfico, septiembre, respecto al  valor máximo del «fatídico» enero.

El estudio del INE aporta toda una serie de valores tabulados por comunidad autónoma, provincia y municipio relativos a nacimientos, defunciones y matrimonios, cuyo análisis espero pueda aportarnos algún artículo adicional. Todos estos datos provienen del avance del conjunto del año. Los datos definitivos del 2011 se harán públicos en diciembre de 2012.

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(*) Acerca del calor y el frío como causas específicas de fallecimiento, resulta interesante este artículo del Dr. William R. Keatinge.

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Previsión de la evolución demográfica en España por Comunidades

El estudio del INE de 2011 «Proyección de Población de España a Corto Plazo«, acerca de las tendencias demográficas en España hasta 2021, analiza el comportamiento poblacional en las diferentes comunidades autónomas españolas (CCAA) durante la próxima década.

Entre las tendencias y fenómenos destacables que van a condicionar la evolución de las cifras de población, cabe citar:

  • La progresiva disminución del crecimiento natural (negativo a nivel español para 2019).
  • La detención y disminución de la emigración del exterior.
  • El aumento de la emigración de nacionales hacia el exterior.
  • La estructura demografica previa de cada comunidad autónoma, que determina la evolución diferenciada.

De acuerdo a los resultados del estudio, podemos establecer 3 grupos -no excluyentes- de comunidades de acuerdo a su comportamiento demográfico esperado:

1.- CCAA con saldo vegetativo negativo: Aragón, Asturias, Cantabria, Castilla-León, Extremadura y País Vasco.

2.- CCAA que experimentarán decrecimientos poblacionales importantes debido a la disminución del crecimiento vegetativo y la salida de población emigrante exterior: Asturias, Castilla-León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, La Rioja y País Vasco.

3.- CCAA con incrementos poblacionales discretos: Andalucía, Baleares, Canarias y Murcia.

En el resto (Castilla-La Mancha, Madrid, Navarra, Ceuta y Melilla) se aprecian ligeros crecimientos vegetativos que se compensan en mayor o menor medida con salidas migratorias que resultan en una tendencia neutra.

El estudio analiza también los saldos migratorios interiores entre comunidades autónomas, manteniéndose la tendencia de atracción de población hacia Madrid, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana y Cataluña, que supondrían saldos positivos de más de 15.000 personas en el periodo 2011-2020. Por contra, las comunidades de Canarias, Andalucía y castilla-león presentarían los saldos más negativos hacia otras comunidades españolas.

Tendencias demográficas en España en los próximos años

Si algo tiene de seguro una predicción en variables sociales o económicas es el riesgo de error, cuando no la plena certeza de la equivocación. Pese a ello, existen herramientas estadísticas y econométricas que con unos buenos datos de partida y un buen análisis de variables puede llevar a conclusiones verosímiles, con mayor o menor probabilidad de acierto.

El Instituto Nacional de Estadística de España (INE) goza de suficiente prestigio y seriedad como para considerar que sus estudios tienen un alto nivel de cumplimiento. Con carácter anual el INE publica un estudio de tendencias de población que permite vislumbrar la dimensión y estructura poblacional de España.

En enero de 2010 el INE publicó un estudio sobre tendencias demográficas en España, denominado Proyecciones de Población a Largo Plazo, que abarcaba diferentes variables y que cubría el periodo 2010-2050. Suficiente intervalo para cualquier proyecto empresarial o de negocios, no cabe duda. El estudio merece una lectura detenida y la toma en consideración de todas las tendencias y conclusiones que se detallan así como de las posibles opciones de cambio de las variables clave.

Entre las conclusiones del estudio de 2010 destaca un crecimiento a ritmos cada vez menores hasta alcanzar un crecimiento negativo hacia 2020 y una población de 48 millones de personas hacia el año 2049. Otra conclusión fundamental es que población española envejece a un ritmo acelerado: para el año 2050 el peso relativo del grupo de mayores de 64 años se duplica respecto al actual y supondrá un 32% del total.

El porcentaje de población menor de 15 años aumentaría poco más del 2,2% mientras que el sector poblacional entre 16 y 64 se reduciría en más del 18%. Al ocurrir esto resultaría que habría 10 personas en edad de trabajar por 9 potencialmente inactivas por lo que la tasa de dependencia -el cociente entre la suma de la población menor de 16 y mayor de 64 en relación al resto- se dispararía hasta el 89,6%, desde el 49% actual.

En octubre de 2011 el INE publicó su Proyección de Población de España a Corto Plazo, acotado prudentemente a 2020 y es significativo que aparezcan algunos cambios respecto a la proyección a largo plazo. Para empezar, el crecimiento negativo empezaría ya en 2012 y no en 2020 como preveía el estudio anterior. La pérdida poblacional en los próximos 10 años sería de más de medio millón de habitantes reduciéndose en 2021 hasta 45.585.574. Coincidiendo prácticamente con el estudio anterior, el crecimiento natural, esto es, la diferencia entre nacimientos y defunciones, sería negativo para 2019

En cuanto a la tasa de fecundidad, el número de hijos por mujer subirá de 1,38 a 1,50 para el 2020 y la edad media de maternidad pasará de 30,8 a 31,1, todo lo cual se traducirá en el nacimiento de 4,4 millones de niños hasta 2020. Sin embargo y debido al hundimiento de fecundidad de los años 80 habrá proporcionalmente menos madres y este ligero incremento de la fecundidad no compensará el decrecimiento por defunciones, siendo esto es lo que producirá una tasa de crecimiento natural negativa.

El número de defunciones crecerá, como consecuencia de un mayor número de habitantes y de una mayor tasa de envejecimiento, registrándose un incremento del 7,8% en la década 2010-2020 respecto a la década anterior y un 9,7% más de fallecimientos en el año 2020 respecto a 2010.

De mantenerse las condiciones y la tendencia en la reducción de la tasa de mortalidad, la esperanza de vida ascendería a 80,9 años para los varones y de 86,3 para las mujeres, 2 años y 1,5 más respectivamente en el periodo 2010-2020 y también mejoraría la esperanza de vida a los 65 años, llegando a los 19,7 en los varones y 23,5 en las mujeres.

El estudio de 2011 confirma las tendencias de los grupos de la pirámide de población. Se reduce el grupo de los menores de 5 años (- 16,5%, casi 410.000 niños menos) y el de la población entre 20 y 44 (-21,3%, 3,7 millones menos de habitantes entre 2011-2021). Los otros grupos de edad experimentan crecimientos, con especial relevancia el grupo de mayores de 64 años que serán en 2020 1,4 millones de personas más, con un crecimiento del 17,8%.

La tasa de dependencia se elevaría en casi ocho puntos hasta llegar al 57,3% en 2021. Uno de cada 3 españoles tendrá más de 64 años en 2021 y uno de cada cuatro menos de 16.

El flujo migratorio cambia de signo en el último estudio respecto al realizado en 2010.  Aparece un saldo migratorio negativo cuya tendencia se mantiene aunque a ritmos menores. De mantenerse esta tendencia, al final de la década considerada se alcanzaría un saldo acumulado negativo de migración de casi 950.000 personas. Estas cifras pueden estar muy sujetas a la evolución del ciclo económico, que podría llevar a tendencias cambiantes.

Como advierte el propio INE: «esta simulación estadística está elaborada con la hipótesis de que se mantengan las tendencias y comportamientos demográficos actualmente observados». Y es que todo es lo que es… hasta que deja de serlo.

Acceso al estudio de tendencias a corto plazo del INE.

Fuente: INE