Las razas, las nubes y la edad eterna

“Un cuadro verdaderamente cubista se ofreció a nuestros ojos. La estancia aquella era ni más ni menos un museo arqueológico. Grandes esqueletos, mul­titud de cacharros y uten­silios históricos e infini­dad de momias de todas las épocas llenaban los ámbitos. Los tres esqueletos del Almirante Nelson (el esqueleto de Nelson a los once años, a los veinte y a los treinta y dos) constituían por sí solos un tesoro incal­culable.” 

Enrique Jardiel Poncela. “Novísimas aventuras de Sherlok Holmes: la momia analfabeta del Craig museum”.

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Un surrealista  Sherlock Holmes descubre en el museo arqueológico un gran tesoro: los 3 esqueletos del almirante Nelson. Ilustración del propio Jardiel Poncela.

Cuando era pequeño pensaba que las personas en general y, especialmente aquellas que conocía, siempre habían tenido la misma edad. Es decir, que mis abuelas habían sido siempre unas señoras muy mayores y aproximadamente con la misma apariencia que tenían entonces; que mis padres eran mis padres y por tanto tenían la edad y el aspecto que siempre tienen los padres, mis hermanas adolescentes siempre habían sido adolescentes y que yo mismo, aunque me prometían con bastante convencimiento que me haría mayor, sospechaba que en realidad siempre tendría mis seis o siete años de por entonces, o por lo menos el aspecto correspondiente a mi persona en aquel tiempo.

 No es que ignorara el paso de los años e imaginara que mis abuelos o mis padres no hubieran sido jóvenes en su momento. Saberlo lo sabía -o lo suponía- pero el verlos en fotos de su infancia me causaba cierta sorpresa; y hasta asombro. Inconscientemente asumía que la edad de las personas era la que era en el momento en que los veía o pensaba en ellos, al menos a efectos prácticos. Su identidad que yo percibía y asimilaba, era la de esa edad, en ese momento concreto y no la del conjunto dinámico de sus edades.

Algo parecido sucede cuando nos encontramos a alguien a quien hace mucho no hemos visto y reconocemos tanto a la persona que conocimos como los cambios que ha experimentado. Y siempre hay sorpresa y paradoja en ese reencuentro, ya se manifieste con la frase “¡Vaya, estás igual, no has cambiado!” como en la de “¡Caramba, cuanto tiempo ha pasado, casi no te he reconocido!”.

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World of averages. Imágenes promedio de personas de diferentes países del mundo. Fuente: http://faceresearch.org/

Esta disonancia cognitiva acerca de la realidad, que estoy seguro nos resulta familiar a muchos, es un fenómeno que sucede en las mentes de las personas con una frecuencia más que abundante. Conocemos cosas, su nombre, sus características, su lugar en el mundo y pensamos que es así, es decir, que aunque sepamos que está formado de células, moléculas y procesos constructivos en permanente cambio, las cosas no son fluidos o procesos abstractos: son “cosas” y son “así, aquí y ahora». Más o menos para siempre -en nuestra concepción estática del mundo- o razonablemente para siempre.

Despreciamos inconscientemente el largo plazo por motivos prácticos y aunque no sepamos quien fue Keynes, podemos pensar como él (1) en todos los órdenes de la vida y no solo en economía; y tendemos a atribuir categorías ontológicas definitivas a lo que a lo mejor es solo una mera condensación de vapor de agua.

Como decía Schopenhauer y recordaba Borges sobre las tramas de la historia, éstas en realidad se asemejan a las formas caprichosas de las nubes, formándose y deshaciéndose constantemente, siendo los contornos que creemos reconocer en ellas no otra cosa sino volutas de vapor moviéndose al azar de acuerdo al viento y el sol.

No pudiendo entender bien la dinámica de la realidad, el ser humano se aferra a una taxonomía basada en lo estático, en el momento concreto, en la percepción fotográfica de los objetos y las situaciones. La naturaleza de la realidad es cambiante y cíclica y así es percibida -por supuesto- pero ese cambio continuo no se asimila normalmente en la forma de pensar cotidiana.

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El ser humano necesita saber en concreto, sin dudas ni oscilaciones. Las cosas son, no podemos concebir que son y no son al mismo tiempo (2). Así que pocas cosas escapan a esa percepción estática de lo natural y si lo hacen suelen ser siempre ciclos de relativa corta duración, como el día y la noche, las fases lunares, las estaciones, que se convierten en algo definido por su propia naturaleza cíclica, como facetas de un todo.

Los insectos en metamorfósis, por separado, ya cuesta pensarlos como un solo individuo y normalmente consideramos que una oruga es una oruga y una mariposa una mariposa, sin que la intuición muestre una clara correlación de identidad entre ambas. Las ideas de Heráclito o el hecho de que sean precisamente las mutaciones las que hacen posible la evolución, tienen una aceptación intuitiva limitada.

Este largo preámbulo que espero me perdonen los amables lectores que hasta aquí hayan llegado, quiere servir como piedra de reflexión acerca de muchas cuestiones que reflejan la paradójica percepción de los seres humanos y que forman sus prejuicios y su conocimiento de la realidad. Un asunto de trascendencia clave para el saber y la acción correcta que ha sido ya tratada en otros artículos de este blog y que seguiremos comentando más adelante.

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La taxonomía es necesaria para identificar y separar unas cosas de otras ya que sería imposible identificar nada -y por tanto, conocer o actuar sobre nada- si no se realizara así: el todo sería una realidad única, informe y contínua, la mejor representación del caos primigenio.

Pero la misma luz y fuerza que la taxonomía aporta se basa en una serie de hipótesis que se van haciendo automáticas, que trocean o simplifican la realidad y que finalmente, activa o pasivamente, la disfrazan y nos pueden engañar.

Porque aunque hayamos empezado hablando de los 3 esqueletos de Nelson, de lo que de verdad me gustaría reflexionar ahora es acerca de un concepto bien arraigado en muchas culturas e incluso en algunos rincones -oscuros- de la ciencia. Un concepto tan falso como lo anterior pero en ocasiones siniestro: las razas humanas.

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La idea de raza

Los estudiosos de la antropología y de la medicina han ido dejando claro desde hace mucho que las razas humanas no existen, así que obviaremos al lector la cita de innumerables ensayos o estudios académicos. Las razas, con el significado de subespecies biológicas claramente definidas, que evolucionan como una unidad, con sus características concretas y específicas, es una idea científicamente errónea.

El hecho de que todavía haya algún antropólogo o biólogo que siga hablando o pensando en razas no hace sino evidenciar la subjetividad del término y su definitoria carga ideológica; en definitiva se trata de un mero concepto, de una teoría sin base, de una fabulación sin más.

El origen de esta palabra es tan incierto como la realidad que pretende describir. Podría provenir del latín radix o ratio, con el significado de raíz o radio, en referencia a la propagación desde un origen. En alemán antiguo se utilizaba la palabra reiz (linaje). En árabe, ras significa cabeza, origen y en ruso раз (raz) significa vez, turno, aunque es posible que en estos últimos casos se trate de una similitud fonética casual.

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En biología, la raza es un grupo de individuos que muestran unos rasgos identificativos diferenciados y que pueden transmitir dichos rasgos a la siguiente generación. El término fue abandonado hace mucho en botánica y en zoología se utiliza para definir individuos con unos estándares concretos, especialmente en determinadas especies de cría artificial, como perros, gatos, vacas, ovejas o conejos.

El teórico moderno de las razas -y el racismo- Joseph Arthur de Gobineau (1816-1882), hablaba en su obra principal, “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” (1853) de que existían solo 3 razas: blanca, amarilla y negra.

Esto, con unos pocos conocimientos básicos de biología, genética o mera observación racional no ideologizada, no resisten la menor consideración intelectual y sin embargo se convirtieron en la semilla de un creciente movimiento racista -coincidente con el auge más exaltado del imperialismo- que entre finales del siglo XIX y el inicio del XX llevaron al mundo a uno de las peores conflictos bélicos conocidos y al horror del holocausto y las masacres en Europa y Asia.

Lo importante a tener en cuenta es que la idea de raza es justamente eso: una idea y no una realidad. Se trata de un concepto que pretende describir un hecho -la variación de los rasgos humanos- pero que se corresponde a significados perdidos en el remoto pasado cuando el conocimiento de las cosas era tan inexacto y escaso como supersticioso.

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Lo burdo de dicho concepto hizo que el propio Gobineau, teórico de las razas, las denominara por el color de su piel, que para él era uno de los rasgos más distintivos. Si alguien piensa que una diferente tonalidad de la piel, un tipo de pelo o una forma del cuerpo ya determina una subespecie, debería visitar alguna playa popular en verano.

Otro aspecto relevante de esta teoría es que, como destacaban algunos importantes pensadores como Levi-Strauss, el fallo nuclear de la teoría es que mezclaba biología y cultura, haciendo hincapié en uno u otro aspecto sin ningún tipo de correlación. Salvo la de asignar hábitos o conductas morales determinadas a cada raza, lo que derivaba finalmente en la consideración de animalidad -o menor humanidad- en las conductas y destino de las razas más «atrasadas», en un sentido de civilización.

Lo que la concepción racista de la humanidad venía a querer decir es que las razas eran en realidad protoespecies, y por tanto los únicos individuos verdaderamente humanos puros más evolucionados son los de la raza superior, los de «nuestra raza».

Por eso es significativo constatar como el concepto de raza es defendido casi exclusivamente por sectores ideológicos situados a la extrema derecha y especialmente por los más afines a ideas racistas, fascistas o supremacistas, cualquiera que sea la denominación que adopten. El concepto de razas es necesario para afirmar al mismo tiempo la superioridad de la propia sobre las demás, así como la degeneración causada por las mezclas (melange).

Es esa idea de raza la que da espacio y forma a su delirio paranoico. Porque el racismo debería ser considerado simplemente así, una psicosis paranoica.  Una confusión perceptiva -una disonancia cognitiva- que en algunos casos deriva directamente en esquizofrenia. La que es capaz de negar cínicamente el holocausto y que sin embargo se empeña en resaltar la obviedad del «error» racial.

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Este delirio -fruto de una fe sin razones o utilizado para la manipulación- llevó por ejemplo en España a hablar de la “raza” como concepto explicativo primigenio de una serie de valores asociados a lo español, la “sangre” vehicular -no se conocían mucho los genes por aquel entonces- que se manifestó en la reconquista de España a los árabes, en la conquista de América y en la creación de un imperio donde «nunca se ponía el sol».

Así se hablaba de “El día de la Raza” para referirse al 12 de octubre o fiesta de la hispanidad. El instigador y beneficiario de estas ideas imperiales, el dictador Francisco Franco, escribió el guión de una película llamada justamente así: Raza (3).

La historia es a veces justa y tragicómica: quien le iba a decir a Franco que en la cultura global de principios del siglo XXI, el término hispano sería equivalente a latino y que ambos servirían para describir la sangre y la cultura americana más híbrida y autóctona y menos europea…

Conviene recordar con justicia al antropólogo haitiano Joseph-Anténor Firmin (1850-1911), un antagonista de Gobineau que escribió el libro: «Sobre la igualdad de las Razas Humanas» (4), donde venía a replicar las tesis racistas, exponiendo la igualdad de los tipos humanos desde el punto de vista biológico.

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Joseph-Anténor Firmin

Aspecto importante este ya que no se trataba de luchar solo por la igualdad de derechos -algo que teóricamente ya defendían las revoluciones de finales del XVIII- sino que se establecía la igualdad biológica de modo que una supuesta desigualdad no pudiera dar pié a otras.

Firmin lo tuvo complicado en esa época y su obra fue relativamente poco conocida. Tras la segunda guerra mundial y el horror del holocausto, la evidencia de la justificación ideológica del racismo y sus causas absurdas reivindicaron, al menos en la práctica, las tesis y argumentos de Firmin. Pero, como era deducible, la psicosis no terminó ahí.

De modo disimulado o incluso festivo, la aparición recurrente de conductas racistas en ámbitos especialmente emocionales e irracionales, como es el caso del fútbol, no hace sino evidenciar una y otra vez el peligro y la falsedad de una idea perversa y la demostración de que en las razas no se razona sino que se cree, porque solo se puede creer en lo que no puede demostrarse o en lo que, sencillamente, no existe.

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Genética y xenofobia

 La genética ha demostrado, por si hiciera falta demostrarlo más todavía, que la diversidad biológica no responde a categorías absolutas sino a variaciones y combinaciones clinales que dan como resultado un individuo concreto dentro del universo de posibles combinaciones genéticas de la especie.

Como defiende la ampliamente aceptada teoría del embudo evolutivo debido al cataclismo del volcán Toba (5), hace poco más de 70.000 años la especie humana se vio reducida a poco más de 10.000 individuos por una causa súbita y catastrófica, como acreditan los estudios geológicos y de diversidad genética.

Los genes provenientes de aquellos individuos supervivientes son también nuestros genes, los mismos que, mediante innumerables permutaciones y combinaciones, portan los cromosomas de los más de seis mil millones de personas que hoy en día constituyen la especie humana.

En muchos casos la evolución ha creado una serie de mecanismos de identificación y defensa para filtrar lo que es amigable de lo que es peligroso, con soluciones que van desde el sistema inmunitario de un organismo a las respuestas intuitivas de desconfianza hacia lo diferente o lo que no se conoce bien. Y la cultura funciona de modo parecido.

El racismo es una forma de xenofobia, el odio al extraño. Y el sufijo fobia denota una patología, en general. La base de la xenofobia es el miedo, la desconfianza hacia lo desconocido, a lo diferente. A nivel biológico, celular y a nivel individual y social, los diferentes sistemas se protegen de lo diferente, de «lo otro» que es una amenaza potencial.

 

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La xenofobia nos hace ver como sospechosos a quienes difieren de nosotros. Algo en nuestro pensamiento irracional nos pone en alerta al identificar diferencia con rivalidad y amenaza. Puede ser algo potencialmente dañino o alguien que desee quedarse con nuestros recursos, con nuestra tierra, con nuestras pertenencias y nuestra vida.

La diferencia puede ser física o de índole cultural, de idioma, pensamiento, religión o hábitos sexuales. Pero ya que la percepción física es la primera y la que se detecta con un conocimiento directo, la identificación de la diferencia por el color de la piel o de determinadas facciones físicas ha sido la más habitual en la historia cuando se ha producido un choque entre poblaciones diferentes.

Inmediatamente después la identificación cultural por forma de vida y creencias, que se combinan con la anterior y se fijan en el ideario colectivo. Cada hecho cotidiano, sea cierto o falso, no hace sino reforzar ese prejuicio establecido que crea la discriminación, mal llamada racial cuando en realidad es plenamente cultural (y emocional).

Conviene reiterar que el origen del racismo -y por tanto de la creencia en el falso mito de las razas- es el miedo y la lucha por la supervivencia. Y la historia ha mostrado, desgraciadamente, frecuentes ejemplos de que es así. Porque el mecanismo está presente en lo humano -aunque sea en su cerebro de reptil- siempre dispuesto a activarse, como las reacciones de huida o ataque ante una amenaza o un peligro.

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No haremos ahora otra cosa sino mencionarlo, pero detrás de este mecanismo anidan episodios tan oscuros de la humanidad como las cazas de brujas, las guerras de religión, las limpiezas étnicas, la discriminación de determinados grupos o colectivos o el rechazo a los inmigrantes.

Calificados como delitos, estos hechos son denominados hoy como «delitos de odio» y sus estadísticas aportan luz acerca de del corpus social de una sociedad (6).

En España durante 2013, se registraron por parte de las fuerzas de seguridad 1.172 delitos de odio (bajo la forma de agresiones, vejaciones, malos tratos o amenazas), según recoge un informe pionero del Ministerio del Interior de España, denominado Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2013.

Los motivos y número de estos delitos, según recoge dicho informe, fueron:

  • Orientación sexual e identidad de género:  452
  • Origen étnico o racial:  381
  • Discapacidad:  290
  • Religión o creencias:  42
  • Situación de pobreza y exclusión social (aporofobia):  4
  • Antisemitismo:  3

Estas cifras identifican como primera causa una forma de xenofobia interior: la homofobia o el odio a la diversidad sexual. Una falta de respeto a los derechos humanos básicos, equiparable a la discriminación racial o a la persecución por motivos de creencia (o descreencia).

Más del 53% del total correspondió a delitos ocurridos en Andalucía, Cataluña o Comunidad de Madrid. El 7% (83) corresponden con actos racistas o xenófobos en el deporte.

A efectos comparativos, en 2013 se produjeron más de 2.170.000 delitos de toda clase (una tasa de 46’1 delitos por cada mil habitantes) registrándose 302 homicidios y 1.298 delitos sexuales graves. Se trata de una de las tasas de delincuencia más bajas de las registradas desde que se recogen estos datos. Recordar que el censo de población de España en 2013 registraba un total de 47.129.783 habitantes de los cuales un 11,77% eran extranjeros.

By Antonio León

A finales de marzo, una nube similar a un carnero parece anunciar la entrada en Aries.

 

Conclusión: las nubes y el color de la piel

 ¿Existen categorías absolutas en la temperatura del aire o el mar o para la presión atmosférica? Obviamente no, son variables que pueden adoptar tantos valores diferentes y tan discretos y ajustados como la máquina que utilicemos para medirlos y las circunstancias de la atmósfera los permitan, junto a la mecánica de fluidos y el azar de las condiciones ambientales y singulares.

¿Y qué somos los seres vivos sino fluidos dinámicos, bailando entre cromosomas y una conciencia individual y social, en una cultura determinada?

Es decir, que las razas humanas como esas categorías absolutas en que se creía antes -y en las que inconscientemente buena parte de la población sigue pensando- no son más ciertas que la población de elefantes y animales mitológicos que se forman en las nubes en un apacible día de verano. Aunque emociones primarias como la rabia o el odio o simplemente la idiocia, nos quieran hacer creer cosas distintas.

Deberíamos estar atentos, no obstante, por si el abandonado espejismo de la raza pueda dar lugar a nuevos espejismos, incluso dentro del lenguaje políticamente correcto, para tratar de cubrir el concepto de la amenaza del diferente. Hoy en día leemos y escuchamos en los medios de comunicación el término etnia como denominativo de un colectivo humano determinado y en multitud de ocasiones su utilización se asemeja demasiado al falso concepto de raza.

By Antonio León

Un rampante Pegaso emerge al mediodía de la parte izquierda de esta nube.

Etnia es un grupo humano identificado por su pasado común, su origen y camino histórico y especialmente por su cultura y su forma de vivir. Un concepto complicado y a menudo indeterminado, que tiene bastante relación con otros conceptos como nación o pueblo (7).

Hablamos en definitiva de palabras, de ideas fijadas en la mente de las personas y que se manifiestan con un lenguaje más o menos expresivo. El concepto de raza resulta una idea imposible, porque la definición de categorías concretas en un universo de miles de combinaciones resulta completamente absurdo.

No se trata del arco iris en el que podemos categorizar seis o siete colores, definidos a su vez por intervalos de longitudes de onda: aquí se trata de reconocer el contorno de las nubes y suponer que tienen entidad.

Incluso si fuera posible establecer márgenes concretos y sencillos la idea de raza como grupo humano definido por su biología no estaría mal si simplemente fuera un sinónimo de variabilidad, de diversidad genética, una connotación en teoría positiva.

Pero considerado como una caja cerrada destinada a establecer una jerarquía y una dominación social, como en el caso de las castas, la idea de raza aparece doblemente condenada: imposible a nivel epistemológico y repugnante como categoría ética y cultural.

 

By Antonio León

 

 “Esos enjambres de tantos colores de piel pertenecen todos a una misma raza, la de los damnificados por la brutalidad humana y atropellados por el carro atroz de la historia”.     Fernando Savater

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(1) Para los no economistas o familiarizados con la obra o las ideas de John Maynard Keynes. “A largo plazo, todos muertos”. Keynes utilizaba esta frase para recalcar que en economía lo importante es el corto y medio plazo y que la acción de la política económica debe realizarse en él. Fiar el largo plazo para la resolución automática de los problemas equivale a no hacerles frente y a abandonar toda clase de posibilidad efectiva de modificar la realidad económica y el bienestar de las personas, en especial en los momentos de crisis o parte baja del ciclo económica. Frase similar al refrán español “en cien años todos calvos”.

(2) Si alguno no conoce la obra Eureka, de Edgar Allan Poe, le invito a que le eche un vistazo. En ella podrá leer como, para Poe, el universo y todo lo que contiene es y no es al mismo tiempo.

(3) Documental sobre la película RAZA: el franquismo visto por su cine (61 minutos). Franco utilizó el seudónimo de Jaime de Andrade.

(4) De l’Égalité des Races Humaines (1885).  Enlace a la librería de la Universidad de Illinois:  http://www.press.uillinois.edu/books/catalog/25txk3ry9780252071027.html 

(5) Stanley Ambrose. Late Pleistocene human population bottlenecks, volcanic winter, and differentiation of modern humans. http://www.bradshawfoundation.com/stanley_ambrose.php. Más en: http://www.ox.ac.uk/media/news_releases_for_journalists/100222_1.html

(6) Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España 2013. Ministerio del interior.

(7) Puede ser interesante leer, dentro de este mismo blog, los artículos acerca de las ideas de tribu y nación.

Antropología, marketing y ciencia económica

 

De vez en cuando, algún colega o persona interesada me pregunta acerca de la relación real entre antropología y economía. Entiendo siempre que la pregunta busca mas bien contrastar mis razones – expuestas en muchos textos de este blog-  ya que la conexión es evidente para cualquiera que haya leído sobre una materia u otra. Ambas son ciencias sociales, ambas tratan del estudio de la actividad humana y ambas buscan conocer y determinar los mecanismos de funcionamiento de dicha actividad, en especial las productivas y de redistribución en el caso de la economía y la organización social y la construcción de la cultura en el de la antropología.

Pese a estas finales diferencias, ambas conocen la una de la otra de manera que, en ocasiones, resulta complejo determinar a qué disciplina le sería más propio un tipo de conocimiento concreto o si esa determinación tendría sentido. La realidad no conoce estas clasificaciones que necesita la mente humana, las cosas son un continuo en que solo el flujo evolutivo y la pertenencia a una rama de antecesores, a un phylum o a una familia, puede establecer algún orden relativo gracias a que ahora sabemos del rastro del ADN. Pero poco más.

El orden taxonómico no existe en la naturaleza, sólo en el pensamiento de las personas y en determinados libros y soportes digitales. Mucho menos en las categorías de las ciencias sociales donde los objetos de estudio son complementarios, simbióticos o incluso idénticos, en función de cuestiones a menudo al margen de la propia materia de estudio. Lo importante es que cada categoría hace hincapié en un aspecto específico diferenciado, de manera que lo que se estudia es lo mismo, pero la lente que enfoca es distinta. La forma en que los seres humanos organizan su supervivencia y desarrollan su vida es el tronco común de todas ellas.

La historia, la madre quizás, engloba el conjunto de los saberes sociales desde el punto de vista temporal y del cambio que ese tiempo ocasiona. La economía se concentra en la forma en que los seres humanos disponen sus recursos para organizar la producción dirigida a la satisfacción de las necesidades mediante el consumo. La microeconomía, la parte de la economía que estudia los comportamientos individuales de consumidores, trabajadores, inversores, empresas y por tanto  la determinación de la demanda, el consumo, el establecimiento de precios y el mercado como esquema de equilibrio -o desequilibrio- echa mano de la psicología y sobre todo de la antropología sin citarla, ya que la definición de necesidad o la explicación de por qué los agentes económicos piensan lo que piensan y deciden lo que deciden, es antropología pura.

La antropología es mucho más ambiciosa, trata de estudiar al propio ser humano -nada menos- y en términos teoréticos englobaría a la economía. Pero su objeto de estudio es tan amplio y tan complejo que de la misma antropología surgen especialidades muy diversas que sin embargo le son propias: la sociología, la arqueología, la paleontología, la antropología cultural, la antropología lingüística, la demografía… Teniendo en cuenta también las estrechas relaciones con las disciplinas jurídicas y políticas, la psicología y las disciplinas artísticas con toda su carga simbólica que forman también parte del núcleo mismo de la antropología: la cultura, el símbolo, la interrelación entre la materia y el pensamiento.

Es prácticamente imposible profundizar en una de estas especialidades sin contactar o invadir a las demás. Pero ello no es un problema, todo lo contrario. La vida aparece en los márgenes entre los mundos, entre el mar y la tierra, entre la profundidad y el aire, entre el frío y el calor. Es un fenómeno real y observable, desde la línea de la marea hasta el fondo oceánico. Y es justamente en el margen donde la innovación, el cambio y la adaptación se convierten en creación. Y aunque la taxonomía, recordemos, es lo que da consistencia a nuestro pensamiento, también el pensamiento necesita romper las clasificaciones para poder crear.

El pensamiento, como la vida, es tanto más rico y creativo cuanto más híbrido se vuelve. La hibridación no es solo un mensaje publicitario o una de las propuestas más ciertas acerca de las tendencias en la innovación y el diseño. La hibridación es el mecanismo natural de recombinación de mutaciones, la forma en que se crean nuevos organismos en a naturaleza y nuevas formas de conocimiento en la mente humana.

Y siendo el marketing una disciplina que por su carácter estratégico aspira en la empresa a abarcarlo todo y a estar en adaptación constante, lógico es que integre la hibridación como una de sus claves genéticas. De ahí la facilidad con que cada temporada conocemos nuevas formas y denominaciones del marketing, tan distintas, tan originales… y todas marketing.

Volviendo al principio para terminar. La antropología engloba conceptualmente a la economía del mismo modo que la economía lo hace con el marketing, a quien asigna un aspecto instrumental pero fundamental en relación a la empresa. Y el marketing a su vez, en su desarrollo, utiliza la etnografía, el conocimiento del símbolo y las técnicas de comunicación, el  mensaje, la percepción, el comportamiento del consumidor… la antropología como marco y como herramienta.

Rizando el rizo, cerrando el círculo.

10+1 principios de lógica artesanal (del 6 al 10+1)

[viene de los 5 primeros] …

6.- Principio de la singularidad irrelevante. Una golondrina no hace primavera. La anécdota hace los detalles y los detalles explican el todo, pero las anécdotas nunca son el todo ni reflejan la verdad importante, el diagnóstico o la tendencia. Recuerda que la excepción confirma la regla porque la anécdota es solamente la excepción. Solamente si la excepción rebate plenamente una hipótesis sería relevante, pero entonces ya no sería una excepción sino una tesis verdadera.

7.- Principio de la falsedad inadvertida. El problema de aceptar hipótesis no probadas como ciertas es que al final te olvidas de su provisionalidad y te las acabas creyendo (es decir, que te acabas engañando). El principio de la falsedad escondida debería advertirte que algo no probado no debe usarse de ninguna manera para probar algo de manera concluyente. Solo la increíble casualidad permite deducir la verdad de premisas no verdaderas, en el 99,999% de las veces eso te lleva al error y el error no interesa.

8.- Regla de eficiencia operativa. Ante un problema, no te preocupes de aquello que no puedes controlar, usa tu trabajo en detectar, ordenar y priorizar todas aquellas cosas que sí puedes hacer y obtendrás resultados sobre los que afianzarte para seguir trabajando. Utiliza técnicas de gestión optimizada del tiempo, por muy sencillas que puedan ser, serán útiles. El tiempo no se detiene y además es limitado para cada persona, por tanto se acaba convirtiendo en el recurso más escaso, más caro y más valioso. Poderíamos llegar a decir que no tenemos tiempo para hacer algo, excepto para gestionar mejor nuestro tiempo.

9.- Regla del enfoque atomizado. Al abordar un problema, no pretendas llegar al final sin analizar y entender el conjunto. Pero una vez entendido el conjunto, no pretendas resolverlo todo a la vez. Es mucho más efectivo y satisfactorio ir abordando áreas concretas que atacar la totalidad: un puzzle se hace poniendo pieza tras pieza, nadie puede poner todas las piezas a la vez: sería una capacidad más bien difícil de creer; y además la diversión está casi siempre en el proceso.

10.- Principio de la relatividad perceptiva.  La realidad no es como la creemos ver, sino como es de verdad, de manera que cambiar el entendimiento de las cosas puede ser tan sencillo como cambiar la forma en que las vemos, el punto de vista. De hecho, un buen análisis debe incluir diferentes aproximaciones al objeto del estudio. Esta habilidad es una consecuencia de lo que se conoce como pensamiento adaptativo, donde las reglas y los procedimientos (que ensalzábamos en el punto 4, sobre el método) deben dejar paso a un enfoque flexible, si éste permite avanzar más satisfactoriamente en el análisis. A fin de cuentas, las reglas sirven para saber el límite de lo que no se sabe y si se quiere saber, a veces habrá que saltárselas.

10+1.- Principio de la taxonomía inexistente. Nunca hay que olvidar que la realidad es contínua y no conoce clases o categorías. Establecer clasificaciones sobre la naturaleza y las cosas es el mecanismo que tiene la mente humana para comprender la realidad y poder extraer información sobre las cosas y la forma en que funcionan.  Este juego de las diferencias de carácter universal es lo que nos permite conocer propiedades de los objetos, definir conceptos abstractos y entender un poco como se relaciona todo y poder, en consecuencia, predecir racionalmente, la característica que define la inteligencia.

Pero hay que tener siempre en cuenta que estas clasificaciones solo existen en nuestra mente, no en la realidad. Por mucho que pensemos que se trata de clasificaciones o categorías universales, en la realidad no existen cosas tales como las razas humanas, los tipos de climas, las naciones o las especies animales . Las cosas que hay detrás de esas definiciones sí que existen pero las definiciones no son las cosas, tan solo palabras e ideas. Todas estas ideas son útiles y sirven al propósito del saber, pero son constructos artificiales, abstracciones que no tienen vida propia más allá de los límites invisibles de nuestro pensamiento. Olvidar esto ha llevado a grandes desgracias y sufrimientos en la historia. Y a muchos errores en la investigación y el conocimiento.

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10+1 principios de lógica artesanal (aquí los 5 primeros)

Cualquier análisis de un problema, un proceso o una estructura o cualquier evaluación dirigida a obtener una síntesis o una interpretación efectiva de la realidad, incorpora una serie de reglas de lógica operativa más o menos artesanal que todos utilizamos, consciente o inconscientemente. Hablo de la realidad social, empresarial, organizacional.

No hablo de reglas de inferencia clásicas o técnicas «académicas» de investigación operativa, ni tampoco de hacer un catálogo exhaustivo sobre falacias y de cómo evitarlas. Esto trata de reflexionar sobre principios prácticos e inmediatos, usados universalmente o perfilados individualmente en el trabajo de campo.

He aquí la lista resumida de los principios y reglas de lógica artesanal que he ido recopilando con el tiempo en el ámbito del marketing y la comunicación, la gestión empresarial o la antropología. Con el deseo de que os pueda ser útil.

1.- Principio de la simplicidad dicotómica: todo colectivo puede dividirse en dos para poder explicar cualquier propiedad o cualidad, por cualquier criterio y así sucesivamente. El principio de Pareto es un ejemplo y aplicación concreta de este principio general.

2.- Principio de causalidad inversa. Si algo no está claro o la explicación no te convence, dale la vuelta a los considerandos de causa y efecto del argumento y comprueba si explican más. Me sigue sorprendiendo comprobar como la mayoría de los razonamientos causa-efecto intuitivos o generalmente admitidos en realidad están al revés.

3.- Regla de la causa fantasma: si realizando un trabajo no sabes la razón de algo, llámale X, déjala aparte y sigue analizando. Si al elaborar las primeras conclusiones la no consideración de la X no ha afectado al análisis y la explicación del proceso, es posible que ese algo sea otra cosa o esa razón no exista; y en el caso que sea o exista, no será muy importante.

4.- Regla de la validez del método. Partir con una idea y querer demostrarla es fácil, lo hace todo el mundo constantemente. Lo difícil, lo valioso, es salir a descubrir algo con un método, ceñirse al mismo y descubrir gracias a él algo que será «La Idea». Recuerda aquello de que si te preocupas del proceso, el objetivo velará por sí mismo.

5.- Principio de la creatividad contenida. Sólo con intuición e inspiración es difícil descubrir la verdad. La búsqueda de la verdad requiere tiempo, método, esfuerzo, conocimiento, disciplina y hasta buena suerte. Reúne todo esto y a partir de ahí aplica la creatividad: será entonces cuando resulte auténtica y efectiva.

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[Continúa en los 5+1 siguientes]…