¿De qué muere la gente en España?

Datos de la estadística de defunciones según las causas de la muerte en 2011 (INE).

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Los datos sobre fallecimientos son uno de los más importantes en el análisis de la demografía de un grupo humano. Los detalles de las estadísticas de mortalidad aportan una información relevante acerca del tipo de sociedad donde se producen y son un reflejo tan acertado como la pirámide de población -si no más profundo- acerca de su estructura y sus dinámicas. Pero aparte del dato y su significado estadístico, la muerte tiene una importancia fundamental en la vida de las personas.

Es posiblemente la única certeza de la vida -su fin- y ello afecta de una manera intensa en la intimidad personal pero también en las esferas familiar y de las relaciones sociales, en el ámbito de la economía y las leyes y desde luego en las creencias. Desde el punto de vista emocional hay pocas cosas que tengan esta trascendencia individual y colectiva y que, como consecuencia, se traduzcan en manifestaciones culturales y materiales tan principales.

Siendo entonces la muerte una de las circunstancias vitales y sociales más importantes, ¿cómo se produce? ¿Cuáles son las causas de los fallecimientos registrados en España?

El Instituto Nacional de Estadística de España (INE) acaba de hacer públicas las estadísticas definitivas de fallecimientos correspondientes al año 2011. Los datos ahora publicados (27/02/2013) modifican ligeramente el avance de datos del 2011 publicados hace 6 meses, confirmando las cifras principales y las tendencias generales comunicadas entonces, haciendo especial hincapié en las causas de los fallecimientos producidos.

La cifra de defunciones en España en 2011 ascendió a 387.911 personas, con una tasa de defunción de 8,41 fallecimientos por cada 1.000 habitantes (1), lo que supuso un incremento absoluto de 5.864 personas fallecidas y un 1,41 % en la tasa de defunciones respecto a los datos de 2010.

Aunque la tasa de defunción femenina ascendió un 2,2 % por solo un 0,9 % del conjunto masculino, el diferencial de fallecimientos sigue siendo menor en términos absolutos en el caso de las mujeres, con 188.057 fallecidas por 199.854 hombres fallecidos. En forma de tasa de defunción, 802,2 por cada 100.000 mujeres y de 881,1 por cada 100.000 hombres.

Más del 95 % de los fallecimientos en España son a causa de una enfermedad. Las causas externas, no relacionadas con enfermedades o fallos fisiológicos, son un pequeño porcentaje que analizaré al final ya que no por menos frecuentes resultan menos importantes.

¿Qué enfermedades matan?

Por enfermedad entendemos causas debidas a patologías, procesos largos o fallos súbitos en el funcionamiento vital del organismo, que siempre se han catalogado como «muertes naturales» (2). De entre las enfermedades causantes de la muerte destacan tres grupos que suponen juntos casi el 70 % del total (3):

  • las enfermedades cardiovasculares, que son un 30,5 % del total de defunciones,
  • las enfermedades tumorales, que representan un 28,2 % y
  • las enfermedades del sistema respiratorio con un 10,9 %.

El cuarto grupo, el de las enfermedades del sistema nervioso, supone un 5 %, donde el Alzheimer -en constante y fuerte crecimiento- constituye la principal dolencia de este grupo, con 11.907 muertes, el doble que en el año 2000.

Las enfermedades más letales, a nivel de detalle, fueron las isquémicas cardiacas (infarto y angina de pecho) con 34.837 fallecimientos y las cerebrovasculares, en especial el ACV con 28.855. Ambas volvieron a ocupar el primer y segundo lugar en número de defunciones. Pese a ello, en ambos casos, se produjo un descenso de muertes respecto al año anterior: –1,2% y –4,3%, respectivamente. En las enfermedades tumorales, la mayor mortalidad fue causada por el cáncer de bronquios y pulmón (21.058), con un incremento en las defunciones del 1,6% respecto a 2010, y el cáncer de colon (11.657) con un 4,0 % más. El cáncer de mama fue el responsable de 6.399 defunciones, el cáncer de próstata de 6.034 y el de páncreas de 5.812.

Otras enfermedades significativas como causa de muerte fueron la demencia (14.583 defunciones), las enfermedades crónicas de las vías respiratorias bajas (15.904), la diabetes melitus (9.995), la neumonía (8.167) y la insuficiencia renal (6.659).

Diferencias por sexo y edad

Las dos principales causas de fallecimiento, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, presentan patrones diferentes según el sexo, resultando aparentemente contraintuitivos. Los tumores fueron la primera causa de muerte en los hombres, con una tasa de 295,3 fallecidos por cada 100.000 habitantes y la segunda en las mujeres con 180,7 fallecidas por cada 100.000 habitantes.

En cambio, la primera causa de mortalidad femenina fueron las enfermedades del sistema circulatorio, con una tasa de 275,1 por cada 100.000 habitantes mientras la mortalidad masculina fue de 237,3. La tasa de las enfermedades tumorales ascendió en todos los casos mientras que la de enfermedades circulatorias descendió en ambos sexos. El cáncer que más muertes causó entre los hombres fue el de bronquios y pulmón y entre las mujeres el de mama, que aumentó un 0,4 %.

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Fuente: Instituto Nacional De Estadística (INE)

Las causas de mortalidad con mayor diferencial relativo en las mujeres son las enfermedades osteomusculares y de la piel, con una tasa del doble que los hombres, destacando también las del sistema nervioso y los trastornos mentales (42,9 contra 23). Estos últimos datos son debidos, en parte, a la mayor longevidad femenina y a tratarse de enfermedades degenerativas que tienen precisamente una mayor incidencia en edades avanzadas, como es el caso del Alzheimer.

Por el contrario, la mayor mortalidad diferenciada masculina aparece en las causas externas (40,4 por cada 100.000 habitantes contra 21,6), en los tumores (295,3 contra 180,7) y las enfermedades respiratorias (108,1 contra 75,6).

En cuanto a la distribución por edades, aparecen pautas significativas que reflejan el riesgo diferenciado de cada periodo vital. Así, como era previsible, la causa de muerte más frecuente entre mayores de 79 años son las enfermedades del sistema circulatorio, con 3.405 fallecidos por cada 1oo.000 personas de este grupo de edad. Las enfermedades tumorales son la causa más frecuente dentro de los grupos de edad de entre 5 y 14 años y entre 40 y 79, con tasas de 3,0 y 322,3 respectivamente. En el grupo de edad de entre 15 y 39 la causa más habitual de mortalidad son las causas externas (16,2 por cada 100.000 personas de este grupo) y la segunda del grupo de entre 1 a 4 años (2,8 por 100.000).

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Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE)

Salvo las causas propias de los niños de menos de 2 años y los ancianos de más de 80, no parece haber en ninguno de estas diferencias, bien sea por sexo bien por edad, patrones importantes de tipo biológico -salvo las tumorales específicas de cada sexo- sino más bien de carácter social derivadas de hábitos, ambiente y exposición al riesgo.

Por otra parte, el desarrollo económico, la extensión de las medidas de higiene y de la sanidad universal, determinan el perfil de una población con una amplia esperanza de vida. Un análisis sencillo de las causas de fallecimiento muestra enseguida que hace sólo cien años eran bien distintas y perfilaban una sociedad radicalmente diferente. Embarazo, parto y puerperio, que en otras épocas acababan con una dramática sangría de madres jóvenes, supusieron la muerte de solamente 14 personas, que si las sumamos a las muertes acaecidas por afecciones originadas en el periodo perinatal ascenderían a 847: el 0,2 % del total. Las enfermedades infecciosas o parasitarias, que en algunos países todavía esquilman generaciones enteras y lastran el desarrollo humano, solo constituyen el 1,6 % del total de fallecimientos, la mitad aproximadamente que las enfermedades endocrinas o metabólicas y menos de la tercera parte que las enfermedades del sistema digestivo.

El número de defunciones por SIDA/VIH continuó su descenso, reduciéndose en un 6,6% (756 hombres y 197 mujeres) respecto a 2010. Desde 1995, cuando se registró el pico de fallecimientos por esta causa, las muertes por VIH han disminuido un 83,7 %.

Por comunidades autónomas y respecto a Europa

Los datos de fallecimientos por comunidad autónoma presentan un marcado sesgo diferencial entre las CCAA con mayores tasas de mortalidad por 100.000 habitantes, Asturias (1.202,2), Galicia (1.093,7) y Castilla y León (1.090,1) respecto a las CCAA con tasas más bajas, Canarias (643,8), Madrid (653,1) y Murcia (693). La proporción es de casi el doble entre el dato de Asturias y los mínimos de las ciudades autónomas de Melilla (635,5)  y Ceuta (672). Esta diferencia tan marcada parece provenir de la diferente estructura poblacional, con poblaciones más envejecidas en las CCAA con mayores tasas mientras las que presentan menos incidencia reflejarían una mayor proporción de población joven.

No obstante, la incidencia de determinadas enfermedades es también diferente y no refleja automáticamente la pauta que hemos visto para la distribución por edades. Así, las enfermedades circulatorias son la principal causa de muerte en la mayoría de las CCAA, pero en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Canarias y Madrid lo son las enfermedades tumorales. Esta variación, así como la diferente incidencia de otras enfermedades, podría reflejar otros condicionantes producidos por climatología, geografía, infraestructuras, hábitos u otras causas antrópicas, que estudios epidemiológicos deberían mostrar, al margen de los debidos a la estructura concreta de la población.

La comparación de las tasas españolas con las de otros países de la Unión Europea aporta información muy interesante. Dado que la estructura poblacional es muy diferente según el país y que esta variación estructural incide directamente en las tasas de mortalidad, Eurostat elabora unas estadísticas normalizadas (4) donde se reflejan unos índices estandarizados que permiten la comparabilidad entre los datos de los diferentes estados.

España tenía, según datos finales de 2010, la segunda menor tasa de mortalidad (487,6) de los 27 países de la UE, solo superada por Italia (478). Este dato está claramente por debajo de la media de los 27 (587,2) y muy alejada de los extremos de la tabla: Bulgaria (965), Letonia (956,3), Rumanía (948,4) y Lituania (947,7).  España destaca por la menor incidencia de muertes por enfermedades circulatorias, tumores y accidentes de transporte, teniendo en todas estas causas tasas inferiores a la media y en algunos casos con rangos muy marcados respecto a los países con tasas máximas. Solo las tasas de mortalidad por enfermedades respiratorias y del sistema nervioso superan la media europea, aunque por poco, lo que sí podría relacionarse con la mayor esperanza de vida de la población española. Llama la atención, entre las causas de muerte reflejadas por Eurostat, las estadísticas de suicidio, cuyo detalle veremos en el siguiente apartado.

Accidentes y muertes violentas

Las causas externas, es decir, aquellas no achacables a problemas de salud, tales como accidentes o muertes violentas, representaron solamente el 3,7 % del total de fallecimientos en 2011 en España (14.233) suponiendo los hombres casi las dos terceras partes de esta cifra. Las muertes por accidentes de tráfico se han reducido espectacularmente en los últimos años y en 2011 se redujo un 9,4 % respecto a 2010. En 10 años los fallecimientos por esta causa -que llegó a denominarse «la guerra interior» por sus impresionantes cifras de muertos año tras año- han disminuido aproximadamente un 70 %, suponiendo actualmente menos del 25 % de la cifra del año 1992.

De este éxito en la reducción de mortalidad pueden extraerse bastantes lecciones, siendo la principal que no hay ninguna causa que no pueda ser tratada con las políticas adecuadas y que los enfoques fatalistas son siempre erróneos. La modernización del parque automovilístico y de la red viaria, el aumento de las medidas de seguridad pasivas de los vehículos, la mayor concienciación por parte de los conductores y -la última y no la menor- el aumento del rigor en la persecución y castigo de las infracciones, han traído como consecuencia que miles de personas hayan podido salvarse, mensaje que fue recogido con acierto en una de las últimas campañas de la Dirección General de Tráfico.

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Fuente INE. Elaboración gráfica propia.

Las muertes por accidente de tráfico son sensiblemente similares a las debidas a caídas (2.112), ahogamientos (2.200) y «otros accidentes» (2.624). Las debidas a envenenamientos suben a 757 y los homicidios y agresiones con consecuencia de muerte a 334. Las complicaciones en la atención médico-quirúrgica supusieron 372 fallecimientos mientras los accidentes en vehículos de transporte sin motor causaron 245 fallecidos.

La distribución por sexo tiene un marcado sesgo masculino: de los 14.233 fallecidos por accidentes o muertes violentas, 9.163 -el 64,37 % del total- fueron hombres. En los accidentes de vehículos de motor la cifra de fallecidos varones más que triplica la de mujeres (77,12 % contra 22,88 %) y en accidentes de transporte de vehículos sin motor es de 9 veces. Sólo en el apartado de caídas accidentales y en el de complicaciones médico-quirúrgicas las cifras son similares entre los dos sexos.

Las muertes por violencia de género asociada a la pareja o expareja, según el informe del Consejo General del Poder Judicial, ascendieron a 71 personas, 62 de ellas mujeres. Más de un tercio de las víctimas eran de nacionalidad extranjera. Siendo este dato solo el reflejo de un importante drama humano, que trágicamente termina a veces en muerte, su impacto en las estadísticas es mucho menor en términos relativos que el impacto y preocupación social que generan, mientras otras causas mucho más importantes desde el punto de vista estadístico, como es el caso de los suicidios, son un tema tabú para los medios de comunicación y reciben un tratamiento de silencio y hasta de ocultación.

Sin embargo, hay que resaltar que el suicidio se situó de nuevo en 2011 como la primera entre las causas externas de defunción, con 3.180 fallecidos. Dado el tratamiento tabú que rodea a los casos de suicidio, es posible que los casos reales de muerte por suicidio sean mayores pero que sean atribuídos en los certificados de defunción y en las estadísticas a otras causas naturales o externas (5). El suicidio es un asunto predominantemente masculino: 2.435 hombres fallecidos por esta causa (76,57 %) frente a 745 mujeres (23,43 %).

Los datos comparativos (tasas estandarizadas año 2010) entre países de la Unión Europea muestran una marcada diferenciación entre países que tienen tasas de muerte por suicidio por encima de los 15 casos por 100.000 habitantes y los que tienen tasas inferiores a 7. Entre los primeros destacan Lituania (29,4), Hungría (21,7), Letonia (18,2), Finlandia (16,8), Eslovenia (17,2) y Polonia (15,3). España tiene una tasa normalizada de 5,8 en el mismo grupo que el extremo inferior de la tabla: Grecia (2,9), Chipre (3,8) e Italia (5,4). La media europea es de 10,2 por cada 100.000 habitantes.

 

Conclusión

La información recogida por las estadísticas sobre causas de muerte retrata una sociedad, su situación y sus dinámicas. Refleja carencias y problemas pero también oportunidades de política social y sanitaria. Los datos, comparados en series temporales pueden medir tendencias y comparándolas con otros países puede detectar puntos débiles y fuertes sobre asuntos fundamentales para las personas: la vida, la salud y la muerte.

Los datos demográficos no se elaboran para servir a la curiosidad o como forma de justificación de directivos o proveedores. Las estadísticas de incidencias de enfermedades como causa de fallecimientos, como cualquier otro estudio estadístico de la población, son la base de partida del análisis que marca el camino que las administraciones, empresas y organizaciones deben conocer para poder ubicarse en el presente y en el futuro de la realidad humana, social y económica. El enfoque antropológico ayuda a entender muchos de los datos, que no pueden interpretarse sin la debida conexión simbólica y significante de la realidad que esos mismos datos muestran.

Estos datos son necesarios a la hora de redactar las políticas sanitarias y de protección de la salud, las de planificación urbana y del territorio, la adecuación de una óptima política de prevención y orientación al bienestar o de las infraestructuras que deberán mantener una población con unas características concretas, donde las personas mayores de 65 años serán progresivamente el grupo más importante.

Finalmente considerar que el dato conjunto de muertes debidas a causas externas es de una importancia trascendental por dos razones. La primera es advertir que la percepción general entre la población es que la frecuencia de accidentes y muertes achacables a causas no patológicas es relativamente elevada, por el efecto emocional que tiene la muerte repentina de familiares, allegados o famosos. Una muerte por accidente, por inesperada, resulta normalmente mucho más impactante y recordada que una anticipada por causa de enfermedad grave o edad avanzada. La fuerza de la presencia e influencia mediática de las muertes por violencia doméstica es el ejemplo más claro de que la importancia de un caso no tiene relación directa con la frecuencia con que ese caso ocurre.

Esto muestra la relevancia fundamental que las emociones individuales -inducidas o no- juegan en el análisis que las personas realizan sobre áreas que, no solo son consideradas en la esfera personal, sino que influyen en la atención de los poderes públicos. Ello puede llevar a priorizar esfuerzos y políticas sobre problemas relativamente contenidos o minoritarios mientras otros problemas igualmente graves que afectan a colectivos muy numerosos pueden quedar en segundo plano, tanto en atención mediática como financiera.

La segunda razón de importancia de este dato viene del hecho de que, desde la óptica inversa, la mortalidad se debe a causas de enfermedad en un 96,3% de los casos, lo que implica que cualquier medida presupuestaria que afecte a las políticas sanitarias y a la estructura y funcionamiento del sistema público -especialmente- o privado de salud, tendrá una consecuencia directa en el número de fallecidos y desde luego en la calidad de vida de las personas. Y esto es un corolario de todo lo demás, como argumento principal de  las políticas de salud y prevención que tengan el bienestar público y la salud de las personas como base de cualquier otra política y como objetivo principal y constante.

Una reflexión diferente y personal para terminar…

La inmortalidad biológica, que fue considerada siempre un privilegio de los dioses y una maldición inalcanzable de los así llamados mortales, empieza a ser considera posible (6). Al menos se investigan -cada vez más y con más éxito- diferentes vías para alcanzarla o para prolongar la vida y se plantea de manera realista la posibilidad cierta de alcanzar los 130 o los 150 años de vida. Tanto si el avance en este anhelo es muy modesto como si se descubre alguna tecnología genómica revolucionaria que consiga mantener las células sin envejecer, la muerte será siempre la frontera de la vida, algo que la define y que explica el tiempo del que las personas disponen y el valor e importancia de los actos con que la llenan.

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* Actualización a 8/08/2013: La Fundación BBVA acaba de publicar el “Atlas de mortalidad en municipios y unidades censales de España (1984-2004)«, que recoge el estudio sobre la distribución y evolución del riesgo de mortalidad de las principales causas de mortalidad, en cada sexo y en varios grupos de edad, en municipios o agregados de municipios y en una selección de ciudades de España entre 1984 y 2004. El estudio ha sido realizado por el Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS, en sus siglas en catalán) bajo la dirección de los Drs. Joan Benach de Rovira y José Miguel Martínez Martínez, ambos profesores e investigadores en la Universitat Pompeu Fabra, y en colaboración con investigadores del grupo MEDEA en Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia y Zaragoza.

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(1) La tasa de mortalidad suele darse en ocurrencia por cada 100.000 habitantes del grupo considerado. Para iniciar el artículo encuentro más ilustrativo darla en tanto por mil, de manera que el dato resulte más fácil de visualizar y entender. A efectos ilustrativos la población española en 2011 contabilizó 46. 124.971 habitantes.

(2) De acuerdo a las categorías fijadas en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10). En el INE puede consultarse el detalle de la metodología empleada.

(3) Para un estudio detallado de las causas de fallecimiento, ver la BD del INE.

(4) La metodología de Eurostat recoge las recomendaciones de la OMS para cálculo comparativo entre países mediante tasas normalizadas que armonizan datos como si los países comparados tuvieran una estructura y dimensión poblacional similar.

(5) Según el vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal, Alfredo Calcedo, la tasa real de suicidios rondaría los 10,5 por cada 100.000 habitantes, es decir, más de 4.500 muertes anuales (Diario El Mundo, 30/10/2011).

(6) A nivel de curiosidad, puede consultarse las ideas y plantemientos de Gregory Benford o Aubrey de Gray, entre otros.

El poder de la idea-fuerza

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No son las locomotoras,
s
ino las ideas,
las que llevan y arrastran al mundo.    

Victor Hugo

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¿Es más importante la canción o el cantante? ¿el  software o el hardware? ¿la forma o el fondo?

En toda comunicación entre personas, desde los albores de la humanidad, ha existido siempre un elemento nuclear, fundamental y decisivo que no solo ha constituido la esencia misma de los mensajes sino que ha sido incluso identificado como la palanca activa y protagonista de la Historia: la idea fuerza.

Solo sé que no sé nada.      
Y sin embargo se mueve.              
Pienso luego existo.
E=mc²
I have a dream.
Yes, we can. 

No solo son ejemplos de frases afortunadas o iconos históricos de importantes cambios sociales o del pensamiento: son la expresión verbal de ideas fuerza fundamentales que han inspirado y movilizado a millones de personas a lo largo de los tiempos, compañeras de otras muchas ideas vivas, grandes y pequeñas, hayan o no encontrado la claridad y la rotundidad de estas.

La idea fuerza enraiza en el subconsciente, en el instinto. Pero aflora con toda su riqueza simbólica en el mundo consciente y el del pensamiento. La idea fuerza es el contenido básico de un mensaje con trascendencia desde el punto de vista de la acción pero también de su perpetuación. Es un concepto difícil, discutible, ambiguo y confuso de alguna manera, como todo lo que atañe a la significación y al universo de los símbolos. Como toda idea, como toda construcción abstracta, resulta complejo redondear una definición exacta, aunque a nivel intuitivo podamos concebir una razonable descripción. Quizás pensando lo que no es, nos percatemos de lo que es cuando parece no ser.

La idea fuerza es una idea, no perderemos esto de vista. Por tanto, no es solo una palabra. Pero puede llegar a serlo si esa palabra es capaz de condensar el significado del mensaje. La idea fuerza no es una frase, pero habitualmente una frase es capaz de hacer que se visualice la idea y por tanto se interprete una cosa por la otra. La idea fuerza puede plasmarse en un signo, una bandera, una persona, un sentimiento, pero como en el caso de la frase, ese símbolo instrumentaliza la idea fuerza verdadera y sirve de medio de traducción y entendimiento, aunque no sea exactamente la idea. En el fondo, ante la imposibilidad de detectar y aislar la idea, todo el conjunto de elementos identificativos nos sirve. Cualquier medio perceptivo, desde un dibujo a una palabra, de un discurso a una melodía, nos ayuda a reconocer el significado nuclear y activo.

Usando una metáfora, la idea fuerza es a un mensaje como la vida a un organismo vivo o la inteligencia a un ser racional. Sabemos en todos los casos lo que es estar vivo o lo que es ser racional y hasta podemos ubicar el lugar físico donde residen: el propio cuerpo o estructura física del organismo vivo, el cerebro para el caso del entendimiento. Sin embargo, a fuerza de cotidiano, encontramos complicado definir una cosa y otra y hasta la ciencia tiene problemas para determinar la exacta frontera entre lo que es y lo que no, debiendo recurrir para ello a categorías artificiales o convenciones. La ideas fuerza serían el espíritu vital del mensaje, su característica inteligente y racional. Radican en sus manifestaciones, pero no son sus manifestaciones, como tampoco la vida es un ser vivo ni el raciocinio es resolver un problema mental, aunque en esa prueba se evidencie.

La noción de idea-fuerza guarda algún paralelismo con la de meme, cuyo desarrollo puede consultarse en este otro artículo. La diferencia con el meme radica en que la idea fuerza sirve exclusivamente a la comunicación de un mensaje que busca una acción y por tanto está imbuido y motivado por la voluntad dentro de un evento o circunstancia concreta mientra el meme tiene una concepción anónima e impersonal, más próxima a la biología -por analogía al gen- y lo definitorio es su nacimiento y proliferación así como -fundamentalmente- su supervivencia darwiniana en el mundo de la cultura. En efecto, el mem es a la cultura lo que el gen a la biología, mientas que la idea fuerza, de guardar algún símil con lo biológico, estaría más bien dentro de la etología de los seres vivos. El comportamiento de los animales está basado en última instancia con sus genes -y sus genes con la bioquímica y esta con la física y así sucesivamente- pero lo que nos interesa de la conducta de los animales se analiza a nivel de comportamientos y de comunicación. Como la cultura a nivel humano.

Perdonada -espero- esta disgresión por la biología, el concepto de idea fuerza se detalla en realidad en un campo bien distante: el de la filosofía. La creación y difusión del término se debe al filósofo francés Alfred Fouillée (1838-1912) que  lo expuso en tres de sus libros: L’Évolutionnisme des idées-forces (1890), La Psychologie des idées-forces (1893) y La Morale des idées-forces (1907).  En inglés nos encontramos con aproximaciones al concepto que puede ser reconocido como strength idea, idea-force, driving idea, main insight, core idea… es difícil encontrar un término único o exacto porque es un concepto nacido en la cultura francesa y aunque ahora parezca poco global, hasta no hace mucho el francés disponía de abundantes palabras de uso internacional, como ballet, champagne, paté, sommelier, dejà-vu, ménage à trois y tantas y tantas otras.

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Fouillée es un filósofo poco conocido y que se adscribe a la escuela del positivismo espiritualista, una corriente de carácter integrador de líneas en apariencia antagónicas dentro de la filosofía. Su postulado fundamental es tratar de encontrar el conocimiento en aquello que queda más allá de la ciencia positivista, pero sin entrar en conflicto con ella. En definitiva, en una conciliación entre la ciencia, que obtiene verdades parciales, concretas y específicas y la propia filosofía, que busca la verdad en un sentido amplio y completo.

Las ideas-fuerza, según Fouillée, responderían al espíritu intrínseco -no material- como causa efectiva por la que dichas ideas alcanzan su realidad efectiva en el campo de la acción humana. Se apunta por tanto a temas básicos de la filosofía como son la disociación entre materia y espíritu, entre libertad y determinismo o entre voluntad y acción espontánea. Aunque la conexión original de este pensamiento puede localizarse en Leibnitz o Kant, es fácil encontrar importantes similitudes de enfoque con la obra y postulados de Schopenhauer y de Nietsche; sin embargo tendría que pasar tiempo y generaciones para que el concepto de idea fuerza reapareciera… en un habitat distinto y relacionado con la publicidad.

Podemos considerar que hay al menos dos tipos de ideas fuerza, consideradas no como opuestos diferentes sino como polos separados de un mismo abanico continuo:

– Las básicas, las fundamentales, las que se identifican con arquetipos. Suelen comprenderse fácilmente con solamente una palabra o un signo, son instintivas, potentes, generalmente compartidas por todas las personas y culturas. Se hunden en el plano de lo subconsciente. Tienen un gran poder evocador y parecen pertenecernos desde siempre. Son la pasión, el miedo, el amor, la vida, la felicidad, el riesgo, la seguridad, el deseo, el bien, el mal, la luz, la oscuridad, el dolor, el placer, el caos, la serenidad, el día, la noche…

– Las instrumentales, que se corresponden con mensajes concretos y más individuales. Son entendidas dentro de grupos y no son necesariamente universales. Van asociadas a situaciones concretas o a objetivos particulares. Son generalmente manifestaciones, proyecciones de las ideas fuerza fundamentales, adaptadas a la razón, al mundo consciente  y a necesidades específicas. Es, por ejemplo, la idea que transmite el «Yes, we can» de la campaña presidencial de Obama del año 2008.

Hemos visto el concepto, la filosofía, y por este último ejemplo intuimos su trascendental utilidad. Es por tanto más que conveniente conocer a nivel práctico acerca de las ideas fuerza en ámbitos reales y concretos.

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«Miles de llamas pueden ser encendidas con una sola llama, sin que su vida se acorte. La felicidad nunca disminuye por ser compartida». Buda.

Nos alejamos de la filosofía -en la medida que es posible hacerlo al hablar de cualquier cosa- y nos acercamos a una disciplina más mundana y prosaica: el marketing. Y a un concepto aparecido en la decada de 1940 en Estados Unidos y que se concretaba en unas breves siglas: USP ( Unique Selling Proposition). La proposición única de venta o USP venía a proclamar, con evidencias en la mano, que las campañas publicitarias con más éxito eran las que contenían una única propuesta en sus mensajes. El término fue creado por  Rosser Reeves de la agencia Ted Bates, y el éxito profesional y social del creativo y empresa han servido de inspiración para la premiada serie televisiva Mad Men.

Un mensaje simple, breve, pero único, permite que la atención se fije exactamente en él, sin tener que derrochar energía en discriminar, distinguir o elegir entre varios. Es más eficaz -y muchísimo más fácil- clavar una sola aguja afilada que hacerlo con una cama de faquir…

La USP no era exactamente el claim o lema de una campaña, pero coincidía a menudo con él. Lo mismo pasaba con los declarativos publicitarios. Curiosamente, el mismo problema de ambiguedad que veíamos antes al definir la idea-fuerza. Quizás porque eran la misma cosa. O más exactamente, un ejemplo muy  práctico de su utilización. La USP no era algo concreto, sino la expresión única de la idea fuerza que animaba el núcleo de la comunicación publicitaria y que conectando con los consumidores, les persuadía de las bondades o la idoneidad de los productos. Si el mensaje era único, era más potente, si no hay más que una diana donde apuntar, el blanco está más asegurado. La USP era la chispa de la vida (Coca cola), lo que se derrite en su boca no en su mano (M&Ms), o aquellos productos que mejores no hay (Philips).

La USP como corriente de éxito conoció una reactivación con el auge del minimalismo en la creatividad y el diseño y la difusión del concepto complementario del «menos es más». En muchos casos es posible diferenciar si un anuncio o un diseño están realizados por un profesional o un amateur simplemente contando el número de mensajes e impactos visuales o sonoros diferentes que aparecen en él. Cuantos menos, más. Un mensaje publicitario puede incluir muchos mensajes, algunos contradictorios entre sí, otros superfluos, otros secundarios. El postulado de la USP venía a indicar que eligiendo solo uno, su idea-fuerza más potente, el mensaje alcanza su mayor energía y eficacia.

Aunque posteriormente las teorías del posicionamiento en marketing asimilaron el concepto de la USP, su técnica se sigue utilizando tal cual en marketing y publicidad, aunque menos a nivel estratégico que táctico, campo donde despliega una efectividad incuestionable. Seguramente porque la mente humana y el proceso de la publicidad responden eficazmente al principio de simplicidad del mensaje, a través del proceso de atención, conexión emocional y recuerdo.

En el marketing, las ideas fuerza son a la vez la energía que empuja el ariete y el ariete mismo de la acción publicitaria y comercial. Hemos visto que sus características principales -y definitorias- son la de ser la esencia misma del mensaje y al mismo tiempo la de disponer de capacidad de movilización a través de ese mensaje. Sin esta segunda propiedad hablaríamos de otra cosa, de idea quizás, pero sin «fuerza». Y esto es lo que interesa al marketing (a todos los marketing) como interesa a cualquier disciplina relacionada con la comunicación entre humanos, desde el periodismo -que se basa al 100% en la detección, formulación y uso de las ideas-fuerza- como a la psicología, la literatura, la política, la sociología, la publicidad, la historia, la economía o la antropología. Por decir solo algunas.

¿Hay reglas para elaborar una buena USP, una buena representación idea-fuerza en al campo de la comunicación?

Por supuesto, algunas de ellas ya las hemos visto. En un artículo anterior sobre naming y construcción del mejor nombre, puede encontrarse un análisis que es perfectamente utilizable para la definición de idea fuerza ya que, en muchos sentidos, el nombre de algo puede ser en sí mismo su idea fuerza más potente. Queda claro que no se trata de construir una idea fuerza -algo abstracto que está más allá de las palabras- sino de obtener una forma verbal de esa idea que suponga una optima representación de ella.

En el libro Comunicación sostenible, de Pablo Burgué, Angela Díaz y Pilar Pato, se recogen algunas de las características que debe reunir esta expresión verbal de la idea fuerza:

  • Debe poder ser representada con pocas palabras.
  • El mensaje ha de ser sencillo en su construcción y recreación
  • La información transmitida ha de ser memorable, fácil de recordar
  • El mensaje ha de ser inequívoco, sin dar pie a interpretaciones o versiones
  • Debe incorporar palabras simbólicas. Por su propio e importante significado, por las emociones que evocan o por su fuerza metafórica.
  • Debe ser la quintaesencia del discurso general, su mejor síntesis.
Nunca, en la historia del conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos. Winston Churchill,

«Nunca, en la historia del conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos». Winston Churchill (1940).

Comunicar de manera efectiva es el sancta sanctorum de la comunicación y el marketing y de todas las energías, empresariales, organizacionales, públicas o privadas que intentan utilizar sus técnicas para alcanzar sus fines en sus colectivos objetivos, se consideren éstos como clientes, socios o ciudadanos. El uso de ideas fuerza es la forma de lograrlo, se sea consciente de ello o no.

Esto es así porque responden al mecanismo operativo de la mente humana y es así como funciona la comunicación y funcionamos las personas. El proceso efectivo de la transmisión de la idea fuerza, de la USP, pasa por estas fases en la mente del receptor:

  1. Impacto: captación de la atención.
  2. Llamada: se identifican las señales del mensaje.
  3. Interpretación: las signos del mensaje se interpretan.
  4.  Invocación: la interpretación conecta con los recuerdos, las señales se convierten en significado.
  5. Evocación: la conexión se hace emocional al identificar el significado con lo conocido.
  6. Agregación: la idea asociada al significado se une a los pensamientos propios y se hace «nuestro».
  7. Polarización: la comprensión de la realidad -percepción y pensamiento- utiliza ahora la idea agregada.
  8. Autenticidad: la mente se alinea con la nueva idea para dar coherencia al conjunto del pensamiento.
  9. Confirmación: se verifica a nivel práctico esa coherencia. No hace falta que sea una verdad objetiva, sino que sea una verdad para la mente que la piensa. La confirmación da sentido, motiva. (*)
  10. Decisión: la idea integrada moviliza, induce a la acción.

Por tanto, en el campo del marketing y la comunicación, la creación de una potente USP, debe tener en cuenta estos pasos -que a menudo pueden estar fusionados o llevar solo un instante- para facilitar y alcanzar el último punto, el más interesante, el de la inducción a la acción, explotando las distintas facetas que estas fases señalan, desde el momento perceptivo, al  intelectivo, pasando por el simbólico, el emocional y el de integración en la lógica personal.

Como resumen final, un mensaje ocurre cuando queremos transmitir algo a alguien para conseguir una reacción ante ese mensaje que contribuya a lograr nuestros objetivos. El empuje que anima este proceso es la idea fuerza del mensaje. La simplicidad de esta frase no debe engañarnos acerca de la dificultad de hacerla realidad, como bien saben quienes trabajan en el campo de la comunicación, la psicología o el marketing.

Me gustaría resaltar, para acabar, que el énfasis del artículo sobre las ideas no puede hacernos olvidar -ni por un segundo- que las ideas no existen por sí solas, por mucha fuerza que puedan tener y mucha vida propia que aparenten. El mundo de las ideas es el mundo de las personas. Las ideas, su poder, su energía, solo viven en la mente y el espíritu de los seres humanos y en ninguna otra parte. Las ideas obedecen a las necesidades y deseos de las personas y eso es justamente lo que las hace poderosas y fundamentales. Los arquetipos son ideas conectadas a los instintos y los instintos a la lucha por la supervivencia, la adaptación al medio y la continuidad de la vida. Ese proceso crea la cultura y por eso es tan importante. Porque la cultura está formada por las ideas fuerza que la humanidad ha pensado y practicado a lo largo de la historia y que sigue viviendo y llevando consigo.

La idea que no trata de convertirse en palabras,
es una mala idea;
la palabra que no trata de convertirse en acción es, a su vez,
una mala palabra.

Gilbert Keith Chesterton

"Four more years". 2012.

«Four more years». 2012.

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(*) Quizás pueda ser de interés en este punto el artículo Por que la gente cree en lo que cree, donde se repasaba sintéticamente el proceso de creer como un combinado de incertidumbre, cultura y voluntad (en creer lo que se quiere creer).

Emic y etic: cuestión de puntos de vista

Los términos emic y etic se han venido utilizando, en el campo de las ciencias sociales y específicamente en la antropología y en las ciencias que estudian el comportamiento desde la segunda mitad del siglo XX, cuando el lingüista  norteamericano Kenneth Lee Pike propuso esta doble denominación.

Su planteamiento es que las palabras pueden tener un doble nivel de referencia o comprensión, uno referido a su significado fonémico (o semiótico) y otro a su significante fonético y del interior de estos dos nombres devienen ambos términos. Una palabra o un término puede entenderse por lo que significa para una comunidad de personas o bien analizarse por su etimología, su sonido y los signos gráficos que la escriben.  En el primer caso estaríamos ante un análisis emic y en el segundo en uno etic.

El análisis lingüístico original evolucionó hacia el análisis antropológico y etnográfico cuando diferentes investigadores sociales, especialmente el antropólogo Marvin Harris, utilizaron estos términos extendiendo su acepción a conceptos culturales más complejos asociados a las conductas y a la interpretación de esas conductas por parte de sus protagonistas, por un lado, y de los investigadores de esas conductas por otro.

Queda claro que en ciencias sociales, emic y etic se refieren a dos tipos de interpretaciones de una realidad descrita y no a la naturaleza de los términos o de la realidad que describen. No hay realidad emic o etic, sino interpretación de la misma bajo un punto de vista u otro. Tradicionalmente la primera percepción de estas nociones al estudiarlas en el ámbito de la antropología era que la visión emic correspondía al punto de vista del nativo mientras la visión etic correspondía a la del extranjero, preferentemente un antropólogo realizando un estudio de campo.

Los elementos clave por tanto para explicar lo emic y lo etic son el agente actuante, el agente observador externo, la actuación o hecho objeto de interpretación y las dos interpretaciones o puntos de vista sobre esa actuación o hecho.

En realidad el agente actuante no tiene por qué ser necesariamente miembro del grupo donde sucede o se relaciona el hecho, puede ser alguien muy distante en el tiempo o el espacio. La clave es que su interpretación sea interna en relación al grupo y especialmente al suceso. Recuerdo, por ejemplo, como un maestro de mi infancia atribuía el terremoto de San Francisco de 1906 a la extensión del vicio y el pecado entre sus habitantes, seguramente influenciado por su propia moral conservadora aplicada a la visión de un famoso clásico del cine. No hubo en aquella explicación ninguna alusión al grado de la escala Richter alcanzado por el seísmo, ni referencia a la teoría de placas tectónicas, ni se mencionó la falla de San Andrés o la teoría de la deriva continental ¿Qué son esos detalles en relación a la influencia del maligno y a la ira de Dios? Un análisis emic absoluto.

Pero, de igual modo, el observador que hemos calificado de externo podría -paradójicamente-  ser también interno, en el sentido de pertenecer al grupo estudiado. No es la pertenencia directa, como hemos visto antes, lo que determina un punto de vista determinado -al menos no necesariamente- sino el enfoque y la interpretación. Por mucho que en circunstancias normales la opinión de un miembro del grupo responderá a la cultura de ese grupo, siempre hay singularidades y genios y podríamos esperar un enfoque etic por parte de algún individuo o individuos de un grupo aparentemente cerrado.

Veamos un ejemplo. Durante la segunda guerra mundial, se libró en Nueva Guinea una peculiar actividad guerrillera entre las fuerzas aliadas y las japonesas que tuvo a los nativos de la isla como particular campo de batalla. En el intento de atraerse a cada bando la ayuda de los nativos, los aliados iniciaron sin saberlo el llamado culto «cargo», en el que misteriosas naves voladoras traían comida y herramientas que los agentes americanos y australianos repartían entre las tribus de la isla para ganarse sus favores. Los nativos elucubraron que el «cargo» que recibían, estaba relacionado con sus ofrendas en forma de ayuda al rescate de pilotos derribados o a patrullas en la selva. Se desarrolló toda una mitología al respecto, acerca de que espíritus lo proveían, el misterioso lugar de origen, sus poderes, etc. en los términos explicativos de magia y animismo que los nativos utilizaban en su estructura cultural de comprensión del mundo.

Los aliados que descubrieron este conocimiento basado en una interpretación emic, no dudaron en utilizarlo si se adecuaba a sus objetivos. Pero detectaron que algunos nativos, que habían tenido ya contacto con el mundo moderno, adoptaban el culto cargo aunque supieran perfectamente lo que era un avión, un fábrica o un aeropuerto, en un punto de vista típicamente etic (e interesado, podemos añadir).

La distinción emic-etic no depende tampoco de que el suceso que se interprete sea algo puramente social; podría ser un eclipse, un volcán o el ejemplo anteriormente visto de los efectos colaterales de la actividad bélica sobre Nueva Guinea. Pero sí que se convierten en sociales en el momento de su observación e interpretación ya que entonces la cultura del grupo los hace propios al conocerlos e integrarlos.

Emic y etic se  alinean por analogía con otros pares de conceptos similares como subjetividad y objetividad o nomotético e ipsativo, ya que la interpretación emic es una descripción en términos significativos mientras que una interpretación etic lo es en términos observables. Parece evidente la proximidad a un enfoque científico para el concepto etic mientras que el emic se reserva una idea más identificada con la cultura. O lo que parece lo mismo, una aproximación a la verdad universal y objetiva contra una idea subjetiva y vivencial.

Hay que tener en cuenta algo importante acerca de la verdad inherente a las diferentes interpretaciones. Ya que el objeto del estudio es retratar y explicar la realidad social y cultural y no la física, química o biológica, ambos enfoques -el interpretado y el observable- son igualmente aceptables en la fase de recopilación de datos y primera evaluación ya que los dos van a servir para comprender el hecho en su conjunto y la explicación del mismo. Por supuesto, no pueden dejarse de lado los aspectos científicos y puramente objetivos, indispensables en la resolución del análisis completo y de las conclusiones finales, pero no podemos desechar a priori opiniones o enfoques, generalmente del campo emic, ya que podríamos estar perdiendo información fundamental para la comprensión de la realidad y de los comportamientos de los individuos y el grupo, aunque provengan claramente de ideas o descripciones indiscutiblemente irreales e incluso absurdos e ilógicos.

Más todavía, debería evitarse el comprensible e inconsciente sesgo en favor de una interpretación etic basado en esa identificación con la verdad científica, en detrimento del aparente menos serio y fiel a la verdad punto de vista emic. Sería un gran error que hay que evitar cometer. Primero, porque a menudo lo emic y lo etic coinciden, lo que demostraría que ambos enfoques pueden ser correctos desde el punto de vista de la cientificidad objetiva. Lo segundo, porque la interpretación emic suministra un gran volumen de datos e informaciones de decisiva importancia para el análisis, que el enfoque etic no puede aportar. Y finalmente porque todo estudio de lo humano y de los grupos humanos tiene menos valor si prescinde del testimonio y de la experiencia relatada de sus propios protagonistas.

Quizás los ejemplos mostrados arriba puedan ser tachados de extremos o inducir a quien no esté acostumbrado al análisis etnográfico o a estudios de dinámica grupal a pensar en lo emic como un punto de visto cuya subjetividad lo invalida, pero no es así. Es imprescindible recordar que cada dato de significado explica todo un conjunto de informaciones que responde a preguntas acerca de quienes son las personas involucradas, sus razones, su experiencia acumulada y su cultura, datos todos ellos demasiado valiosos para no tenerlos en cuenta.

Muy bien, en teoría explicado y aclarado, pero esta doble interpretación nacida en la lingüistica y la antropología… ¿tiene alguna utilidad práctica para la empresa o la organización?

En principio, aunque alguno se sorprenda, son conceptos y perspectivas que los gerentes y directivos manejan a diario en su trabajo, aunque les llamen de otra manera. Las empresas son personas , como proclama este blog y consecuencia de ello es que las empresas y las organizaciones son una suma de experiencias, de culturas y de interpretaciones personales acerca de situaciones, tendencias y esfuerzos dirigidos a solucionar problemas o desarrollar proyectos. La función de análisis y explicación de situaciones pasa por disponer de datos objetivos pero lo llevan a cabo personas que realizan su aportación mediante sus conocimientos y sus experiencias pero también, y por ello mismo, de manera necesaria a través del filtro de su subjetividad.

No es sólo el campo de los recursos humanos y de la organización donde la doble explicación emic-etic es de utilidad, sino también la del análisis a todos los niveles de la gestión y del desarrollo de planes y acciones por parte de la empresa. La consideración del doble enfoque fonémico/fonético forma parte intrínseca de un adecuado análisis etnográfico cuya definición y beneficios pueden consultarse en este otro artículo.

La confrontación entre ambas «versiones» de la realidad debe aportar un nivel de conocimientos más completo acerca de la situaciones de partida y de decisiva información acerca de como afrontar la determinación óptima de objetivos y el desarrollo del plan correspondiente, ya sea estratégico, de marketing, de diseño, de comunicación, de lanzamiento de producto, de reorganización, de formación, etc. La obtención de información a través del doble enfoque emic-etic supone, por tanto, no solo una necesidad en cualquier análisis riguroso de la empresa y la organización sino que facilita la mejora de su gestión, la consecución de objetivos y la obtención de rentabilidad y beneficio.

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(*) Pinchar en las imágenes nos mostrará el doble enfoque de la realidad

Caníbales y reyes

Cada uno de nosotros guarda en su memoria esos libros que a lo largo de la vida se han quedado marcados en la memoria, que han jalonado momentos especiales, obras cruciales para cada cual que asocia a un descubrimiento o una situación memorable, académica, profesional o personal. O simplemente, que nos llamaron poderosamente la atención.

Uno de estos libros, en mi caso y un poco todas estas cosas, es Caníbales y reyes. Los orígenes de la cultura, que el antropólogo Marvin Harris (1927-2001) había publicado en 1977 y que por circunstancias de la vida, no tuve ocasión de leer hasta más de una década después.

Pocos años antes, había aparecido publicado Vacas, cerdos, guerras y brujas, una obra muy difundida y conocida por su estilo sencillo y divulgativo y por la originalidad y claridad de sus tesis, basadas en el materialismo cultural. No tuve ocasión de leer esta obra hasta después de Caníbales y reyes, de modo que para mí la sorpresa, el descubrimiento y la admiración, se produjeron no en el ambiente de la Europa medieval o la India brahamánica (escenarios de Vacas…) sino en el México del siglo XVI, antes y durante la conquista española.

En paralelo a esta obra y espoleado por su lectura, no pude dejar de recrearme en la obra magistral de Bernal Díaz del Castillo (1496-1584) Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, libro en el que este cronista de las indias describe, de primera mano, personajes y situaciones de la conquista de México (1519) con un detalle histórico singular, casi podríamos decir etnográfico. De igual modo, cabe destacar la detallada biografía de Hernán Cortés llevada a cabo por Salvador de Madariaga y que se extiende especialmente por el periodo de invasión, conquista y colonización de México y que comparte con la obra de Harris una referencia constante a la obra de Díaz del Castillo como fuente historiográfica de primer nivel.

Los capítulos centrales de Caníbales y reyes relatan como las grandes civilizaciones americanas se desarrollaron sin contacto directo con sus contemporáneas de Asia y Europa y este hecho permite observar un verdadero experimento histórico y social de carácter comparativo a gran escala. Este desarrollo llevó a las civilizaciones americanas, entre las cuales la azteca figura como protagonista principal del “experimento”, a la elaboración de unas formas culturales propias y sin embargo, al mismo tiempo, a una evolución paralela que reproducía también pautas similares observables en otros continentes. Por tanto podría investigarse qué mecanismos condujeron a reproducir las mismas formas, en el mismo sentido que podría indagarse la causa de sus diferencias más significativas.

Y lo primero con lo que nos encontramos al entrar en el capítulo del libro dedicado al meollo del asunto y gracias a la peculiar habilidad descriptiva y dramática de Harris, es la sensación de entrar a una película de misterio y aventuras; y es que a pesar de las dulzuras con las que de pequeños nos contaron la historia, el reino azteca era por encima de todo un reino caníbal. Y un reino caníbal no en sentido metafórico, sino una civilización en la que el canibalismo se practicaba de manera institucional, a escala colectiva, adquiriendo una dimensión social y cultural sin precedentes.

En Europa o Asia se producían –antes y después del siglo XVI- espeluznantes y crueles matanzas, guerras permanentes y masacres a lo largo del tiempo, la mayoría de ellas instigadas o perpetradas por parte de los líderes de los diferentes reinos e imperios de Eurasia, pero –y aquí está la diferencia- el canibalismo era tabú y había sido erradicado por toda forma de civilización desde hacía mucho y ninguna cultura post-neolítica la había practicado en modo alguno salvo en circunstancias excepcionales y nunca de manera institucional. En cualquier plaza de Europa, China o Egipto, mucha gente podía acabar quemada, desmembrada o decapitada pero nunca en las parrillas o pucheros de un festín popular. En México sí.

Este hecho tan extraordinario, tan brutal para una conciencia contemporánea (y también del renacimiento) mostraba una desviación cultural remarcable. La tesis de Harris se centraba en postular que la razón de esta desviación no era en absoluto un accidente cultural, una mutación aleatoria del desarrollo de la civilización humana, sino la consecuencia directa de unas condiciones materiales en que la civilización mesoamericana nació, creció y se adaptó a las necesidades individuales y colectivas de un entorno y un momento histórico concreto.

Esta tesis acerca del origen material de un hecho cultural, cuya generalización es el núcleo del enfoque del materialismo cultural, no es el único ejemplo mostrado en el libro. Acompañando al capítulo sobre los aztecas, podemos ver otros en que se describen casos similares que tratan de explicar el origen de la agricultura y la guerra, el surgimiento de la supremacía masculina, el sometimiento de la mujer, el infanticidio femenino y los primeros estados dignos de tal nombre, las explicaciones de determinados tabúes alimentarios –otro de los temas preferidos de Harris, al que guardo especial devoción- una reflexión acerca del concepto sociohistórico de la “trampa hidráulica” y finalmente una reflexión acerca del origen del capitalismo bajo la óptica del materialismo cultural, asuntos a los que espero tener ocasión de dedicar artículos más adelante.

Siguiendo con los aztecas -el tema que nos ocupa- estos convirtieron los sacrificios humanos en un ritual político religioso que alcanzó dimensiones masivas y que se convirtió en el centro de la vida pública del imperio. Muchas tribus americanas, desde Patagonia a Canadá, practicaban rituales de sacrificios humanos, en algunos casos mezclados con canibalismo, especialmente en momentos bélicos o de violencia. Otros pueblos americanos civilizados como los toltecas o los mayas e incluso los incas, en menor medida, practicaron sacrificios humanos. Pero la importancia de estos rituales en el estado azteca fue in crescendo con la expansión del propio imperio y el desarrollo de su cultura, conforme su población fue aumentando, fue adquiriendo nuevos territorios y sus guerras con ciudades y reinos rivales fue adquiriendo una escala imperial considerable.

Los españoles que iban con Cortés, agasajados al principio por Moctezuma, observaron horrorizados los rastros de sangre y muerte que jalonaban los centros ceremoniales de Tenochtitlán, la capital. Como cuenta Bernal Díaz del Castillo, en la plaza de Xocotlán «había pilas de cráneos humanos dispuestos con tanta regularidad que uno podía contarlos y los calculé en más de cien mil. Vuelvo a repetir que había más de cien mil», enfatiza para que no quede duda del número. Andrés de Tapia, otro cronista de las expediciones de Cortés y uno de sus capitanes más fieles, describe una inmensa estructura de postes en los que contaron 136.000 cabezas así como dos torres elevadas construidas con cráneos y mandíbulas humanas unidas con cal y cuyo número total resultaba incalculable. Como les manifestaron los propios aztecas y los mismos españoles comprobaron, algunos literalmente en su propia carne, el destino de estos sacrificios era el de suministrar proteína humana para su consumo por parte de la población, una vez descontada la parte simbólica consagrada a los dioses.

Para los aztecas, este sistema de matanza organizada se convirtió en una obsesión que iba más allá de un exacerbado sentimiento religioso de modo que la guerra, que en un principio era el mecanismo de conquista y expansión, pasó a convertirse en la forma de provisión de carne y sangre humana para ofrecer a sus dioses… y a alguien más. Hasta tal punto influía esta forma de guerra y ritual, que los españoles se aprovecharon de la  tradición azteca de matar lo menos posible en el campo de batalla, ya que ellos buscaban obtener el mayor número de cautivos vivos y no entendían el afán de los españoles de vencer en combate a base de matar a cuantos más enemigos mejor. Y ahí viene la clave: ¿era este frenesí por los sacrificios humanos el mandato pervertido de una religión degenerada, un capricho evolutivo de la civilización azteca o por el contrario obedecía a una razón material que tenía su propia lógica social y económica?

Sherburne Cook, estudioso de la dinámica de las poblaciones precolombinas, apostó por esta última opción y sostuvo la imposibilidad de un sistema así que no se sustentara en una causa económica o material, que achacó a un mecanismo de regulación del crecimiento demográfico. Harris cuestiona que fuera esto la causa, ya que la mayoría de las víctimas eran hombres y resulta mucho más eficaz regular la demografía a base de reducir la capacidad reproductiva que radica en la mitad femenina, mejor que en la masculina. Para Harris no debía ser la regulación demográfica, sino la propia regulación del sistema productivo que garantizaba la reproducción social y la supervivencia en un entorno concreto.

La transición del modelo de caza y recolección al neolítico había significado el desarrollo de la agricultura y la ganadería. Esto se tradujo en la aparición de mercados y ciudades y con el tiempo, de los primeros estados. En función de las técnicas agrícolas conocidas por cada civilización y del medio ambiente en el que cada una de ellas creció, se desarrollaron sistemas productivos basados en determinadas especies vegetales. Simplificando, el arroz en Asia, el trigo y otros cereales en Mesopotamia y el Mediterráneo oriental, el maíz en América y en la región andina, además, la patata.

Pero Mesoamérica tenía una particularidad específica respecto a las otras áreas donde habían aparecido civilizaciones en el mundo: carecía de la presencia de grandes mamíferos o de mamíferos que pudieran ser utilizados en la ganadería a gran escala, cosa que sí ocurrió en el resto. En Mesoamérica no había vacas, ni bóvidos, ni caballos, ni ovejas o cabras, ni cerdos, ni llamas ni vicuñas. La fauna y megafauna había desaparecido de la región por causas ecológicas o por el agotamiento debido a su caza intensiva. De acuerdo a las crónicas directas de Bernal Díaz del Castillo y de otros cronistas, la oferta de carne de las clases nobles de México se concretaba en gallinas y pollos, patos, pavos, perdices, codornices, faisanes, conejos, cobayas y en algunos casos ciervos, perros y otros animales pequeños. Las clases inferiores no alcanzaban a estos manjares, escasos y caros. En la mayoría de los casos esos animales eran obtenidos de la caza -en creciente dificultad conforme se extendían las ciudades- y sin que existiera la capacidad de criar grandes rebaños capaces de alimentar una población cuya propia dinámica le llevaba a una constante expansión al límite malthusiano.

La tesis central de Caníbales y reyes es que la razón de que su sistema productivo recurriera a la antropofagia como medio de aprovisionamiento de proteína humana, se debió a que era la única realmente factible en ausencia de otra fuente animal suficiente. Pero entonces, ¿cómo explicar que las civilizaciones del viejo mundo que se encontraran en situaciones similares no recurrieran también al canibalismo sino que por el contrario lo declararan tabú junto con los sacrificios humanos?

La explicación nuevamente nos lleva a las características específicas de la región mesoamericana. Bajo el impacto de una presión demográfica continua y creciente que llevó a un agotamiento de recursos, donde maíz y frijoles solo eran suficientes en ausencia de sequías y donde llegaron a aprovecharse hasta las algas del lago Texcoco, la utilización de carne humana como proteína se plantea en términos de coste beneficio, a falta de otras alternativas más baratas. Y la bomba se acabó de cebar con una estructura política con la que ese sistema se potenciaba mutuamente.

Dejemos para el razonamiento final un extracto del libro, en las palabras exactas de Harris:

«¿Es posible que la redistribución de la carne de las víctimas de los sacrificios haya mejorado significativamente el contenido de proteínas y de grasas de la dieta de la nación azteca? Si la población del Valle de México era de dos millones y la cantidad de prisioneros disponibles para la redistribución por año sólo ascendía a quince mil, la respuesta es negativa. Pero la cuestión está mal planteada. La pregunta no debería plantear hasta qué punto estas redistribuciones caníbales contribuían a la salud y la energía del ciudadano medio, sino hasta qué punto los costos y beneficios del control político experimentaron un cambio favorable a consecuencia de utilizar carne humana para recompensar a grupos selectos en períodos cruciales. Si un dedo de la mano o del pie era todo lo que uno podía esperar, probablemente el sistema no habría funcionado. Pero si la carne era suministrada a la nobleza, los militares y sus acólitos en paquetes concentrados, y si la provisión era sincronizada para compensar los déficit del ciclo agrícola, quizá la coyuntura habría sido suficiente para que Moctezuma y la clase gobernante evitaran la caída política. Si este análisis es correcto, debemos considerar sus implicaciones inversas, es decir, que la disponibilidad de especies animales domesticadas jugó un papel importante en la prohibición del canibalismo y en el desarrollo de religiones de amor y misericordia en los estados e imperios del Viejo Mundo. Incluso es posible que el cristianismo fuera más el don del cordero en el pesebre que el del niño que nació en él».

Al margen de debates y conflictos -extendidos e intensos en toda ciencia social y especialmente en antropología, quizás por su cercanía al propio ser humano- lo que aprendí de Caníbales y reyes fue justamente a seguir la pista de su subtítulo: «los orígenes de la cultura», aunque tuviera reducido el plural respecto al inglés original, the origins of the cultures. Y de cómo es posible plantear un análisis y una investigación para tratar de determinar que aquello que pensamos o que pensaron otros, y que hacemos o hicieron, tuvo su origen en adaptaciones para la supervivencia y las soluciones que una sociedad construye en un ecosistema determinado.

10+1 principios de lógica artesanal (del 6 al 10+1)

[viene de los 5 primeros] …

6.- Principio de la singularidad irrelevante. Una golondrina no hace primavera. La anécdota hace los detalles y los detalles explican el todo, pero las anécdotas nunca son el todo ni reflejan la verdad importante, el diagnóstico o la tendencia. Recuerda que la excepción confirma la regla porque la anécdota es solamente la excepción. Solamente si la excepción rebate plenamente una hipótesis sería relevante, pero entonces ya no sería una excepción sino una tesis verdadera.

7.- Principio de la falsedad inadvertida. El problema de aceptar hipótesis no probadas como ciertas es que al final te olvidas de su provisionalidad y te las acabas creyendo (es decir, que te acabas engañando). El principio de la falsedad escondida debería advertirte que algo no probado no debe usarse de ninguna manera para probar algo de manera concluyente. Solo la increíble casualidad permite deducir la verdad de premisas no verdaderas, en el 99,999% de las veces eso te lleva al error y el error no interesa.

8.- Regla de eficiencia operativa. Ante un problema, no te preocupes de aquello que no puedes controlar, usa tu trabajo en detectar, ordenar y priorizar todas aquellas cosas que sí puedes hacer y obtendrás resultados sobre los que afianzarte para seguir trabajando. Utiliza técnicas de gestión optimizada del tiempo, por muy sencillas que puedan ser, serán útiles. El tiempo no se detiene y además es limitado para cada persona, por tanto se acaba convirtiendo en el recurso más escaso, más caro y más valioso. Poderíamos llegar a decir que no tenemos tiempo para hacer algo, excepto para gestionar mejor nuestro tiempo.

9.- Regla del enfoque atomizado. Al abordar un problema, no pretendas llegar al final sin analizar y entender el conjunto. Pero una vez entendido el conjunto, no pretendas resolverlo todo a la vez. Es mucho más efectivo y satisfactorio ir abordando áreas concretas que atacar la totalidad: un puzzle se hace poniendo pieza tras pieza, nadie puede poner todas las piezas a la vez: sería una capacidad más bien difícil de creer; y además la diversión está casi siempre en el proceso.

10.- Principio de la relatividad perceptiva.  La realidad no es como la creemos ver, sino como es de verdad, de manera que cambiar el entendimiento de las cosas puede ser tan sencillo como cambiar la forma en que las vemos, el punto de vista. De hecho, un buen análisis debe incluir diferentes aproximaciones al objeto del estudio. Esta habilidad es una consecuencia de lo que se conoce como pensamiento adaptativo, donde las reglas y los procedimientos (que ensalzábamos en el punto 4, sobre el método) deben dejar paso a un enfoque flexible, si éste permite avanzar más satisfactoriamente en el análisis. A fin de cuentas, las reglas sirven para saber el límite de lo que no se sabe y si se quiere saber, a veces habrá que saltárselas.

10+1.- Principio de la taxonomía inexistente. Nunca hay que olvidar que la realidad es contínua y no conoce clases o categorías. Establecer clasificaciones sobre la naturaleza y las cosas es el mecanismo que tiene la mente humana para comprender la realidad y poder extraer información sobre las cosas y la forma en que funcionan.  Este juego de las diferencias de carácter universal es lo que nos permite conocer propiedades de los objetos, definir conceptos abstractos y entender un poco como se relaciona todo y poder, en consecuencia, predecir racionalmente, la característica que define la inteligencia.

Pero hay que tener siempre en cuenta que estas clasificaciones solo existen en nuestra mente, no en la realidad. Por mucho que pensemos que se trata de clasificaciones o categorías universales, en la realidad no existen cosas tales como las razas humanas, los tipos de climas, las naciones o las especies animales . Las cosas que hay detrás de esas definiciones sí que existen pero las definiciones no son las cosas, tan solo palabras e ideas. Todas estas ideas son útiles y sirven al propósito del saber, pero son constructos artificiales, abstracciones que no tienen vida propia más allá de los límites invisibles de nuestro pensamiento. Olvidar esto ha llevado a grandes desgracias y sufrimientos en la historia. Y a muchos errores en la investigación y el conocimiento.

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